Eider la hija de Zalgo

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Esta es una creepypasta espero les agrade.


¿Qué me sucedió? , no logro recordar, solo sé, que ahora estoy aquí para matar. Ya no tengo miedo, ni frío, el dolor desapareció, ¿se suponía que moriría?, ¿Qué es lo que me pasó? , ¿Quién soy? , ¿Qué soy?

La nieve comenzó a caer, el invierno era crudo en verdad, pero lo que más me gustaba del invierno era la hora de adornar la casa para recibir la navidad. Mi madre se encontraba en la cocina, preparando la comida, podía ver que su rostro se mostraba disgustado, mi padre aún no había vuelto de trabajar. A veces por las noches, los oía gritar y discutir, algunas otras se escuchaban cosas romperse seguidas de llanto por parte de mi madre. Repentinamente la puerta se abrió de un golpe, era mi padre, finalmente había llegado de trabajar, corrí a recibirlo como de costumbre, pero él me abofeteo, no sé qué fue lo que me dolió más, si la bofetada, o el rechazo de mi padre, no me quedé a averiguarlo, rápidamente salí de mi casa y me adentré en el bosque llorando, con la mejilla roja, y sin abrigo. Escuché a mi madre gritarme, pero no le hice caso.

Pasó el tiempo, de pronto, un fuerte ruido como un cañonazo atrajo mi atención, corrí al lugar de donde provenía el ruido, ese ruido me dirigió de nuevo a mi casa, entre los matorrales, vi como mi padre se alejaba y se adentraba en el bosque, mientras gritaba mi nombre, pero no le hice caso, cuando lo vi perderse entre la espesura del bosque corrí a mi casa, pero al entrar está lucía desordenada, todo estaba regado en el suelo, llamé a mi madre, pero no me respondió, cuando llegué a su cuarto, y abrí la puerta, lo que vi... nunca lo pude borrar de mi mente, la pared llena de sangre salpicada por todos lados, y el cuerpo de mi madre, destrozado y casi desmembrado, abandonado en aquella habitación. De nuevo varios ruido semejantes al cañonazo se escucharon desde afuera, corrí para ver qué era lo que sucedía y al llegar a cierto lugar en el bosque, pude observar el cuerpo de mi padre desmembrado, la sangre en la nieve, esa escena, en vez de resultarme aterradora, para mí era asombrosa, una extraña sensación recorrió mi cuerpo, creo que no supe lo que era, pero por una extraña razón me sentí deseosa de tocar su cuerpo y de probar su sangre, pero rápidamente un ligero pensamiento atravesó mi mente logrando así que me apartara del cuerpo de mi padre.

Pasaron los años, quede casi huérfana, la única familia que tenía, era una tía llamada Elizabeth, era muy seria, mi presencia en la casa le enfadaba todo el tiempo, además de ser muy exigente, le encantaba dejarme al olvido. Las palabras que siempre me decía eran las mismas, -Eres el demonio mismo, tu alma arderá en el infierno. Seguía escuchando las mismas palabras una y otra vez mientras le daba la espalda, me sentía sola, sin nadie con quien hablar, solo me refugiaba en mi habitación a leer un poco o pintar algo en un lienzo, cuando caía la noche, veía desde mi balcón la luna y el bello horizonte, no me importaba en lo más mínimo el dinero, mi tía era muy rica, tenía una enorme mansión con todo lo necesario, pantallas, una alberca, un enorme jardín, servidumbre, cuartos gigantescos, una amplia cocina, una sala con chimenea, una gran biblioteca, cosas caras, era muy elegante, pero a pesar de todo eso, lo que a ella la hacía sentirse feliz, a mí, sólo me incomodaba. Solía salir al bosque en las tardes, el colegio era muy pesado, no tenía con quien hablar y siempre me alejaba de todos mientras cada momento del día recordaba las escenas de mi infancia vividas en aquella casa en el bosque, todas mis compañeras me insultaban y me trataban mal. Cuando tocaban la campana para el receso escolar, todos iban a la cafetería, pero yo comía en uno de los salones, algunos profesores se dieron cuenta de mi soledad y decidieron hablar conmigo, pero a pesar de su insistencia no había nada que me hiciera cambiar al respecto de preferir la soledad antes de querer hacer amigos.

Cuando volví a casa mi tía me aguardaba, su semblante era de odio hacía mi parte, como siempre salude pero ella me tomo del cabello y me jalo hasta un pequeño cuarto donde ella hacía oración todos los días: -híncate y pídele a dios perdón por ser una ladrona- me dijo mientras tiraba de mi cabello jalándome para hincarme,-Tía yo no he robado nada, se lo juro por dios- y me abofeteo –Nunca jures en vano en nombre de nuestro señor, tu sangre impura será despreciada por el mismo satanás, debería quemarte las manos con un hierro ardiente para que comprendas que no se debe robar, es un pecado, pide perdón antes de que ardas en el infierno una eternidad.

EIDER LA HIJA DE ZALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora