Entre letras [Day 1: Fairy Tale]

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Un pequeño mix entre la historia de la Bella y la Bestia y algo original que tenía planificado para ellos. Esto será un fic largo si logro acomodar mis ideas más adelante lmao pero por el momento, lo tiro en el primer día de la shin soukoku week *playing hands* god bless them.

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La cuenta de los días que llevaba en el lugar se había perdido, al igual que su real interés de huir de ahí. No era para menos que su valentía no diese para un segundo intento, no cuando la amenazante bestia había resultado herida por salvarlo de una manada de lobos hambrientos. Akutagawa no era el mejor de los hospedadores, tampoco era un ente con un carácter sencillo de manejar o siquiera comprender, pero Atsushi cargaba aun en su conciencia aquella situación, impidiéndole siquiera el intentar volver a correr por el bosque encantado y que alguien más saliese herido por su culpa.

Atsushi observaba por el ventanal el amplio y atemorizante bosque, teñido de los colores más oscuros del mundo donde ni siquiera el astro rey, se atrevía a asomarse. Por su garganta, pasó saliva. ¿Hubiese muerto en ese lugar olvidado por dios? Probablemente, si no hubiese sido salvado irónicamente, por quien le mantenía cautivo.

Su atención se movió del paisaje macabro hasta el ente que hojeaba un par de libros. Akutagawa era todo y mucho más que las simples leyendas que corrían por el pueblo acerca de la bestia del castillo abandonado. Su semblante escueto y débil no hacía real justicia a la fuerza que logró vislumbrar aquella noche, parecía normal y corriente, un chico cualquiera que podría encontrar en las cloacas del pueblo. Sin embargo la palidez de su piel, lo oscuro de sus uñas parecidas a las garras de una bestia de la noche, los afilados colmillos que solían sobresalir ligeramente cuando gritaba y se alteraba y el inmenso hoyo negro de sus ojos, le hacían verse subnormal, como sacado de la pesadilla más tétrica de un niño.

"¿Qué estas mirando?"

Aquel sutil rugido molesto le sacó de cavilaciones, casi tirando de entre sus manos la imprenta que sostenía entre ellas. La vergüenza tiñó ligeramente sus mejillas, se había quedado como un estúpido mirándolo y para colmo, casi tiraba aquel preciado libro.

"Es solo que... ugh"

Comenzó el muchacho de hebras claras, recuperando la compostura mientras el andar le acercaba aún más hacia el otro, con cautela y lentitud. Una diminuta y casi imperceptible ceja se alzó en el rostro del pelinegro, la curiosidad pintaba ligeramente sus facciones como si buscase las respuestas a la torpeza del otro. Respuesta que nunca encontraría, Atsushi era un acertijo para él y sinceramente, tenía muy poca paciencia para sentarse a desenredarlo y entenderlo.

"Es solo que me preguntaba cuál era tu libro favorito."

Luego de haberse tropezado con sus propias palabras, el valor había vuelto a su persona y la cuestión, abandonó sus labios con firmeza. Atsushi se detuvo a una distancia prudente con respecto al otro, el poco tiempo que llevaba de conocerlo había dado la habilidad de saber un par de cosas de imponente muchacho. Akutagawa no respondería si no le daba la gana, cosa que sinceramente, le sacaba de quicio a veces. Atsushi sabía que no tenía derecho a pedir nada, que el otro era prácticamente su dueño, pero a veces deseaba no tener que vivir en las sombras de la personalidad arisca del ajeno, buscar llevarse mejor con quien compartiría su vida de ahora en delante y evitar seguir peleando por cosas diminutas.

Akutagawa le miró como si le hubiese crecido una segunda cabeza, entrecerrando sus parpados ligeramente y cerrando de un solo movimiento la imprenta entre sus dedos, la cual hizo un eco escalofriante por las paredes de la biblioteca privada. La acción sacó un ligero respingo del otro muchacho, el cual rápidamente se tensó al pensar que había atravesado quizá demasiado rápido la línea con el voluble hombre, esperando efectivamente lo peor de aquel encuentro entre ellos. Otra vez iban a pelear.

Atsushi pasó su peso de un pie a otro sutilmente, no gustaba de verse temeroso ante el otro y si tenía que igual mostrar los dientes por haber hecho una pregunta tan inocente, pues lo haría. Inmenso y tenso silencio les invadió, mientras le choque entre sus ocelos se daba, el color del ocaso en contra del color de la noche, una lucha interminable por la dominación de la situación. Sin embargo, cuando los hombros de la bestia se destensaron y sus pasos le llevaron a otro estante en busca de algo, Atsushi supo que había ganado esa pequeña batalla.

Con alegría rebosante y la confianza completamente restaurada, se movió hasta el de hebras oscuras, situándose ahora a un costado de este con mayor confianza que antes. Atsushi observaba como esas largos falanges acariciaban los lomos de los libros casi con cariño, quitándole de paso la ligera capa de polvo. Un monosílabo asertivo abandonó los labios del más alto, tomando con sumo cuidado el libro que buscaba y extenderlo con el mismo cuidado hasta su acompañante.

"Si quieres saberlo, deberás leerlo."

Atsushi alzó sus manos para tomar el preciado tesoro que se le brindaba, sintiendo como el oxígeno se aglomeraba en su garganta y le impedía respirar con facilidad. Las extremidades del muchacho de hebras claras habían tocado las ajenas, Akutagawa era mucho más cálido de lo que aparentaba con esa palidez y ese tono gélido al hablar. El momento pareció durar eternidades, el latido de su corazón irracional estaba prácticamente en contra de sus oídos, su garganta cerrándose aún más y ese burbujeante sentimiento que invadía sus venas, se propagaba por su cuerpo.

Movió sus ojos hasta las penetrantes bahías de color grisáceo oscuro que portaba el otro perdiéndose en ellas, deslizando con cuidado sus dedos sobre los nudillos, las falanges hasta que la caricia cesó del todo. Una vez la imprenta estuvo totalmente en su poder, sonrió suavemente.

Akutagawa parecía haber sido tomado por sorpresa, porque lo había hecho. ¿Hace cuánto tiempo no sentía el contacto humano con otra persona que no estuviese encantada? ¿Hace cuánto tiempo no había sentido real calidez? Estaba especialmente sorprendido del palpitar de su corazón, errático e intenso. Su pecho dolía, la esperanza era un arma de doble filo y él la había perdido toda hace mucho tiempo, ¿por qué ahora parecía que el perro descorazonado, volvía a tener razones para luchar?

"¿Quieres que lo lea para ambos?"

El maestro del castillo salió de su ensimismamiento, retractando su mano y fijando su atención en el otro de nueva cuenta. Otra cuestión extraña, otro palpitar desenfrenado en su pecho, una semilla más de esperanza sembrada en el campo de desolación de su existencia. Entrecerró sus parpados, tirando ligeramente la cabeza hacia la derecha como un cachorro que no entendía la orden, chasqueando su lengua en el paladar antes de pasar por un costado de su inquilino, dirigiéndose hasta el sofá particular cercano a la chimenea.

"Haz como quieras, de todas formas eres desobediente y testarudo."

Una risa le acompañó hasta su lugar, donde se sentó sin mucha gracia. Aquel al que había prácticamente hecho su esclavo en el castillo, se sentó en el sofá contrario y abrió con sumo cuidado la imprenta, como si supiera de antemano el valor significativo que tenía para Akutagawa algo tan simple y banal como un libro. Se veía feliz, muchísimo más feliz que cuando le mostró la biblioteca de la cual no habían realmente salido en varios días, más feliz que cuando le dejó ir a los jardines o cuando alguna pelea estúpida entre Dazai y Chuuya se daba en la cocina. Atsushi estaba feliz de simplemente, estar a su lado.

"Muy bien. Érase una vez, en un lugar muy muy lejano..."

Akutagawa cerró sus parpados, apoyando la mejilla sobre la palma de su mano. El brazo estaba en contra del reposabrazos y su mente, estaba siendo guiada por la encantadora voz de su interlocutor que formulaba cada palabra con gracia y elegancia, con suavidad digna de un orador real.

Si, podría realmente acostumbrarse a llenarse de esperanza de que quizás esta vez aquel muchacho era el correcto, que Atsushi Nakajima con sus tontas sonrisas, su testarudez indomable y sus ocelos color ocaso, lograrían salvarlo de la inmensa soledad y oscuridad en la cual Akutagawa llevaba sumido por décadas.

Una oscuridad que pronto acabaría con él y todo lo que había amado.

Shin Soukoku WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora