Todo empieza con un sueño, un largo y profundo sueño, tanto que cuando desperté ya no sabía lo que era real, ni siquiera recordaba qué había pasado antes del sueño o quién era yo, solo sabía un nombre, mi nombre: Eris.
Estaba oscuro y no podía ver nada, me incorporé lentamente para no marearme y palpé el suelo. Me encontraba sentada en lo que parecía un suelo liso con el tacto del cristal. Busqué a gatas una pared para poder orientarme mejor pero no pude encontrarlas, como si no hubiese paredes, una sensación de pánico me invadió. Este lugar era como el del sueño, ¿y si todo lo que pasaba en este era real, y si...? No, no es posible -pensé.
Tras un momento de confusión empecé a ver un poco mejor, debía estar amaneciendo. Poco apoco el lugar en el que me encontraba se iluminó, una superficie lisa y blanca era lo único que se podía ver y se rompía en el amplio horizonte desde donde salía el sol.
Una vez se iluminó todo, comencé a caminar de espaldas al sol y vagando sin rumbo por lo que me parecieron horas encontré el primer árbol: era extraño, como hecho de roca negra que contrastaba con el paisaje blanquecino. Después de mí encuentro con el árbol divisé a lo lejos una mansión gigantesca de paredes de piedra blanca y un magnífico tejado hecho de pizarra azul. A medida que me voy acercando veo que la mansión tiene unos dos pisos con un torreón en uno de los laterales y una especie de sección independiente unida únicamente al resto de la casa por un pasillo muy largo. Llegué a la entrada de la casa cuando ya anochecía y con la luz naranja todo parecía aun más inmenso que antes, de los grandes ventanales salía una cálida luz amarillenta, bueno, de todos menos de la ventana que estaba en lo alto del torreón. Cuando dirigí mi mirada a la puerta principal vi que una persona mayor con un traje negro estaba esperando en esta y decidí acercarme para preguntarle donde me encontraba.
-Buenas tardes- dije- ¿Le importaría decirme donde me encuentro? Ando un poco perdida- sonreí amablemente.
-El señor me miró confundido y respondió- Es obvio, señorita, que se encuentra en la casa de los señores Gaskellmark, una de las más poderosas familias que gobiernan la tierra conocida- lo mencionó como si fuese algo que estaba en los libros de historia que te obligaban a memorizar- ¿No te han enseñado eso?- me preguntó.
Medité un momento mi respuesta, no creo que consiga convencerlo de que no recuerdo nada y, además, tenía que marcharme de ahí antes de que los señores Gastermark, Gasmertmark o como sea que se llamen llegaran.
-Sí, es solo que nunca había estado por aquí y me he quedado muy sorprendida, por eso no sabía con exactitud dónde me encontraba- le contesté tranquilamente.
-Además de que no soy de aquí.
-Oh- dijo sorprendido- Si no eres de aquí, significa que eres de los barrios bajos, pero estás demasiado limpia y tienes muy buena educación para que vengas de ahí.- Se quedó un rato en silencio, como si estuviera meditando sobre algo.
Justo cuando me disponía a hablar me dijo:
-Ven conmigo, te daré comida, educación, un hogar y ropa limpia, creo que alguien como tú puede florecer en este mundo.
Me quedé tan impactada con lo que me dijo que solo me di cuenta de que estaba pasando cuando ya era demasiado tarde para hacer algo, el señor me había llevado dentro de la casa y había llamado a dos mujeres, una señora que tendría unos 60 años pero que se movía muy rápido intentando quitarme las prendas cubiertas de sudor y una más joven de unos 20 años me guiaba a lo que supuse que era el baño.
La casa por dentro era enorme, solo el recibidor era del tamaño de dos canchas de baloncesto, estaba decorado con muebles y sofás de estilo victoriano, las paredes eran de colores verdes y rojos cálidos y los suelos de caoba, colgando del techo se encontraba una magnífica lámpara de araña que, aunque parezca extraño, le daba una sensación de calidez a toda la estancia, a medida que avanzábamos por el gran recibidor, me fijé en la enorme escalera que se veía frente a la puerta, estaba hecha de mármol y piedra negra, a diferencia de la barandilla que estaba hecha de un material que parecía brillar por sí solo.
Las dos mujeres me arrastraban hacia el lateral izquierdo de la escalera, donde, oculta, se encontraba una puerta que abrieron para luego meterme dentro.
-¿Dónde estamos?- pregunté mientras observaba la sala.
Era un gran baño blanco marmolado que tenía una gigantesca bañera frente a la puerta, que en cuanto entramos empezaron a llenar mezclando el agua caliente con productos extraños, tenía dos ventanas pegadas a ambas esquinas de la pared de la derecha y justo en medio un espejo que era cortado por un lavabo de cristal, en la pared contraria se encontraba un inodoro blanco y negro. Estaba ya empezando a pensar que además de que les gusta fundirse con el paisaje blanco y negro de fuera, también les gusta desperdiciar el espacio.
-Nos encontramos en el baño, señorita- dijo la más joven- acaso no es evidente- dijo eso último con algo de... ¿molestia?
No le contesté, solo me quedé mirando cómo se terminaba de llenar la bañera. En cuanto la chica joven terminó de echar los productos en la bañera se marchó dejándonos a la otra mujer y a mí.
-Parece que no le caigo muy bien- le dije a la señora.
-No es eso, Ruby solo está harta de las personas que el señor Gaskellmark trae aquí ofreciéndoles cosas buenas y luego, cuando ya les ha sacado todo lo que puede, los abandona a su suerte. Ella solo piensa que tu eres un de esas personas y cree que no te deberías dejar engañar- me explicó.
-Comprendo, pero debo decirte que fue el señor de la puerta el que me obligó a entrar- dije justificándome, y le conté la charla que tuve con el señor.
-Bueno, el caso es que está aquí y deberíamos prepararte.
-¿Para qué?- pregunté.
-Oh, es para que mañana empieces tus clases.
Justo después de decirme eso terminó de desvestirme, me metió en la bañera y me lavó, cuando acabó me vistió con un vestido negro muy incómodo que tenía un corset muy apretado y la tela del exterior, ni siquiera me dio zapatos, fui descalza mientras atravesamos de nuevo el recibidor de camino a la otra parte de la escalera, donde también se encontraba una puerta igual a la otra, pero esta vez la puerta conducía a la cocina, era un sitio completamente diferente al resto de lo que había visto: era algo pequeña en comparación con el resto de la casa, además de que estaba completamente llena de personas y de muebles de cocina, mientras atravesábamos la estancia un delicioso olor inundó mis fosas nasales y aunque quería quedarme para comer algo la mujer mayor no me permitió pararme y me llevó por una escalera que estaba en el fondo de la sala. Una vez estuvimos arriba me dijo:
-Aquí está la puerta que lleva a la torre, esta escalera es la única manera de subir y cruzando esa puerta entrarás en tu nuevo hogar; mañana deberás levantarte temprano, aunque por ser el primer día vendré yo a levantarte, buenas noches.
Ella estaba a punto de irse cuando me di cuenta de que aun no sabía su nombre.
-¡Espera!- le dije- Aún no sé cómo te llamas.
-Mi nombre es Jane, un placer- dijo y me sonrió.
-Encantada Jane, soy Eris- dije mientras iba cruzando la puerta que me llevaría a mi nuevo hogar.
Una vez crucé la puerta me encontré en una habitación bastante pequeña, estaba decorada igual que el recibidor, menos por el pequeño detalle de que no había ni muebles, ni ventanas, solo una puerta situada al frente de la que acabo de pasar, que sin pensarlo dos veces atravesé la claustrofóbica habitación para entrar a una en la que no se veía nada.
Con la puerta del anterior cuarto cerrada y sin ninguna luz que ilumine la estancia, me pareció raro que no se viese nada, ya que en el exterior había luna llena y creo recordar que había una ventana en el piso superior de la torre -así que si este no es el piso superior, debe haber una escalera- pensé- fui lentamente deslizando mi mano por la pared hasta que me topé con la barandilla de una escalera y, con el pie, busqué el escalón para ver si este me llevaba a la planta de arriba o a la de abajo, y para mi suerte, la escalera me conducía a la planta superior.
Una vez conseguí subir, muy despacio para mi gusto, pude ver con más claridad, tal como pensé aquí es donde estaba la ventana y la luna llena se veía desde esta, iluminando el cuarto, enfrente de la ventana había una cama y decidí acostarme sin explorar del todo la habitación, lo haría mañana, ya que después de la caminata de esta mañana solo me apetecía dormir. Me acerqué a la cama y después de tirarme encima me quedé completamente dormida, sin saber lo que me esperaba al día siguiente.
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Relatos de una caminante
Teen Fiction¿Conoces esa sensación de estar ahogándote con aire, de estar tan perdida que intentas recordar lo que has hecho para llegar a esa situación y no recuerdas nada?; Nada excepto tú nombre y un montón de sueños que, solo deseas que no sean reales. Es...