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Le gustaba la lluvia.
Oía el agua tocando el techo de su casa en una sinfonía discordante, empapando las ventanas y el horizonte, la sentía en la punta de los dedos de los pies cuando estos se enfriaban por el bajón de temperatura.
No solo le gustaba el agua cayendo del cielo, le gustaban también las nubes grises. A veces las nubes parecían tristes y la lluvia entonces eran lágrimas y la tristeza de un cielo. En otras ocasiones las nubes parecían alegres y el agua que caía del cielo era el anuncio de una sonrisa; personas felices por el líquido vital que los bendecia.

Pero sus favoritas eran las tormentosas, nubes oscuras que querían descargar su enojo, los rayos que se trazaban blancos e instantáneos en el cielo, y después, un gruñido para que nadie olvidara que acababa de relampaguear.

El viento también tenía protagonismo, balanceando árboles y llevando de viaje las hojas caídas, le revolvía el cabello crespo, refrescándole las mejillas mientras sus ojos observaban con hambre la espectacular tormenta que se cernía sobre ella.

Nadie sabía cuanto amaba ella aquel fenómeno, pocos entendían que cuando sus ojos se perdían entre las curvas negras de un vendaval, eran sus oídos los que intentaban escuchar la historia la lluvia, que venía de un lugar celestial, y había pasado ya por tantos otros. Tenía mucho que contar y revelar, era un libro y una canción, para leer con los oídos y escuchar con la piel.

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2017 ⏰

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