Solo LOGAN

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En algún bar perdido de Santa Fe...

El lugar está tan avejentado como su clientela. Sin duda es un negocio familiar pasado, al menos, a dos generaciones. Actualmente está regentado por una mujer que ya ronda los cuarenta, pero que aún se conserva bastante bien a pesar de no molestarse mucho en resaltar sus virtudes, dejando que su aspecto case con el resto del local. 

Ha escuchado decir a un par de lugareños que están enzarzados en una pausada partida de ajedrez, que la mujer (que responde al nombre de Felicia) ha heredado el local tras enviudar de su marido hace ya tres años. Pero no sabe por qué se molesta en poner la oreja en tal conversación. Su espíritu de semental lleva ya un buen tiempo encerrado en el establo a la espera de que lo sacrifiquen junto al resto de ese cascado envoltorio en el que se ha convertido. Bastante tiene temiendo que la expulsión de todas aquellas cervezas (de marca canadiense, por supuesto) no sea tan dolorosa como en las últimas ocasiones.

Está pensando si arriesgarse a pedir o no la quinta ronda cuando ellos irrumpen en el local, rompiendo la quietud del lugar con sus graves vozarrones y los sonidos de sus prótesis mecánicas. 

Reavers.

Logan se vuelve con rapidez y decide no perderlos de vista mediante el gran espejo del mostrador; al que no le vendría nada mal una pasada de trapo. 

Son seis. Demasiados. Tampoco parecen unos novatos. 

-¡Monada! Ya estás tardando en traernos unas cuantas botellas del mejor whisky que tengas. Estamos de celebración -exclama el líder. Ancho de hombros y con el brazo derecho totalmente mecanizado.

Felicia no tarda en traerles las botellas a pesar de que un parroquiano habitual había pedido antes. No conviene cabrear a esa gente, y menos cuando van a celebrar el éxito de una cacería. La adrenalina aún burbujea en esos cuerpos, volviéndolos una amenaza no solo para los mutantes...

Logan ya se ha enfrentado a los "Reavers" más de una vez. Aunque de eso ya hacía unos cuantos años. Durante los primeros días de La Purga. Tras aquella brutal guerra en la que los suyos tuvieron mucho que ver, provocando que el mundo terminara por verlos como la amenaza que siempre pensaron que eran. El Gobierno se puso de acuerdo en hacer todo para controlarlos. Pero tras ellos estaba Transigen, una de las corporaciones más poderosas que financió todas las nuevas medidas de control mutante. Llegando a mejorar los cuerpos de los heridos de guerra con implantes cibernéticos y convirtiéndolos en verdaderos cazadores de "mutis". 

Sí, sus garras habían vuelto a desmembrar las extremidades de aquellos capullos en aquellos primeros años en los que habían robado de proteger a los suyos. Pero poco tiempo después ocurrió la catástrofe en Westchester y la revelación de que ya no nacían nuevos mutantes. La esperanza en que la especie mutante perdurase agonizaba en aquellos pocos que, como Logan, descubrieron de mantenerse ocultos y vivir sus últimos años en paz.

Pero eso parecía que era imposible con aquel que en su día se le conoció como Lobezno. Toda su larga existencia había estado marcada por el conflicto, la guerra, el dolor y la muerte. Heridas tanto físicas como emocionales que antaño se cerraron con rapidez, pero que en aquellos días supuraban y pasaban a convertirse en nuevas cicatrices que conformaban la particular y carnal crónica de James Hudson Howlett.

Cuando parece que aquellos tipos solo van a beber unos cuantos tragos ya pasan un rato entre risas y chistes de mal gusto, el líder apresa el brazo derecho de Felicia con su prótesis robótica. Está claro que es consciente de lo doloroso de su enganche, pero no afloja por mucho que la mujer se queje y sus ojos se inunden de lágrimas de dolor. 

-Ven conmigo, muñeca. Después de cada cacería solemos cabalgar para terminar de desfogarnos y esto es lo más parecido a un asqueroso burdel que hay en los alrededores. 

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