Uno de los más grandes males padecidos siglo tras siglo, indudablemente ha sido ese concepto bautizado como "AMOR". Clasificado incluso como una enfermedad incurable, el amor se convirtió en el pretexto perfecto para cubrir el culmen de actos por demás estúpidos, infames e incluso degradantes. Pero también es el responsable indudable de los sacrificios más sorprendentes, nobles y por demás únicos. Cada paso dentro del hechizo del amor, supone un riesgo, un momento inestable que puede tornarse muy bueno o completamente desastroso. Dudas, incertidumbre, dolor, sufrimiento, valor... por amor se han alcanzado las estrellas y también se han cosechado las traiciones jamás imaginadas.
Todo inicia con una chispa. Tus ojos se cruzan con los de alguien igual de despistado que tú, y el maleficio se desata. Sientes una atracción poderosa, como si aquel o aquella frente a ti, tuviera un imán dentro de su pecho, que te obliga a acercarte. A veces es muy complicado, porque padecemos otros maleficios; la inseguridad, el miedo y la torpeza suelen ser los más comunes, y nos frenan. Pero el amor es poderoso, es ponzoña que a cuentagotas, se desliza en tus entrañas, te contagia lentamente y te obliga a actuar. De esa manera, terminas dando un paso adelante, involucrándote, investigando, empapándote de la persona en cuestión. En la nueva era, dispositivos electrónicos vuelven todo más sencillo, pues a un click y en solitario, si tu "víctima" es descuidada, puedes descubrir el 70% de lo que necesitas saber. De esa manera, te encuentras a ti mismo revisando perfiles, contando las horas que faltan para que se conecte y puedas vigilarle, aunque sea en silencio.
Si tienes la dicha de poder hablarle, ya has ganado más de la mitad del trabajo requerido. Pero el virus te exige un paso adelante, te hace sentir esa necesidad enfermiza de decirle lo que sientes. Y comienzas a quebrarte la cabeza, a dar vueltas en tu recámara, caminando toda la noche sobre el mismo círculo imaginario mientras maquilas dos o diez veces el cómo expresar tus sentimientos. Mil escenarios infortunados se reflejan primero, y sólo en dos o tres situaciones, eres el ganador. El tiempo se vuelve un problema, pues no puedes pensar en otra cosa, y sientes que los días pasan demasiado lento, mientras esa persona especial te sonríe con el brillo de todas las estrellas. Porque, si, también te vuelves muy cursi y ridículo. Y de pronto te das cuenta que los ponies, los ositos y los perritos no son tan malos como parecen el resto del año. Y el color rojo y rosa está presente por todos lados, y los dioses te salven si se te pasa un pensamiento impuro por la mente, porque te sientes una basura pervertida que necesita una esterilización muy pronto, como autocastigo.
Y entonces tomas la decisión, y viene una nueva complicación: el escenario. No puede ser un café, una cena o una visita a su casa, porque ya está muy pasado de moda. ¡Ah, porque claro que te importan las tendencias! Cuando antes te valían un carajo. Ahora todo te preocupa, tu corte de cabello, la loción que usas, y que no tengas un vello extra donde no se debe porque ya te sientes un yeti asqueroso. Pero el escenario es lo más importante. Los machos de cualquier especie siempre tienen el trabajo más difícil, tienen que convencer a la hembra, luciendo plumajes llamativos, obsequiando presas frescas y regordetas, creando nidos, guaridas e incluso cantando. Pero... ¿y tú? Tú eres un simple humano, dependiente de todo lo que otros humanos con el sudor de su frente crearon en el pasado. Tus dientes y uñas no sirven para nada, y que decir de tu piel desprovista de pelaje o de plumas que pudieras presumir. Peor aún si no tuviste la bendición de "Fortuna" y naciste con una voz más horrenda que el grito de un cerdo muriendo. Y entonces, tienes que invertir toda tu fuerza, ganas y tiempo en encontrar una situación adecuada, que convenza. Porque para el ser humano, no tienes que ser el macho, puedes ser la hembra e igual las posibilidades son pocas o nulas, en cuanto a poder de convencimiento.
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The Reason (Love AMOLAD)
Romantik¿Alguna vez te has preguntado, por qué terminas enamorándote?