Capítulo 1

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Cuando te encuentras dentro de un tren que parece que jamás va a detenerse, absolutamente todo parece especial. Miras los paisajes por la ventanilla con los auriculares puestos y te olvidas de tu verdadera razón del viaje. Entonces tu móvil parece saber lo que ocurre en ese momento de tu vida y elige la canción perfecta. Y tú sonríes, porque ese instante es simplemente memorable. Pero, de pronto, cuando piensas que ese momento jamás acabará y te sentirás feliz para siempre, algo en tu cabeza hace puf; recuerdas toda tu amarga vida en una milésima de segundo, y tu sonrisa desaparece rápidamente. Y te sientes tan miserable. Pero por lo menos tienes la vista hermosa y la estupenda melodía para desconectarte de nuevo, ¿no es verdad?

Bueno, a Kate le ocurría eso en ese preciso momento. La mala noticia es que el tren pasó por un túnel, haciendo desaparecer al lindo panorama, y la canción se cambió a una totalmente deprimente.

Kate bajó la mirada a su móvil y bufó levemente. Arrebató los audífonos de sus oídos con brusquedad, percibiendo al instante un leve dolor en su antitrago que decidió ignorar, y dejó la canción pausada. Ella prefirió concentrarse en las conversaciones de los otros desconocidos que la acompañaban en el viaje para distraerse un poco, pero sólo había una pareja de ancianos hojeando el periódico, una señora algo mayor con un niño que jugaba en silencio con una vil servilleta, y un hombre dormido, casi roncando.

No había nada con qué se distrajera ahí, y sus recuerdos pasaban con rapidez por su mente. Ella masajeó sus sienes abrumada, y entonces milagrosamente una voz la despistó de lo que ocurría en su cabeza.

—Ya vamos a llegar. No nos fastidies. —La mujer acompañada del niño había sacado su teléfono y ahora lo pegaba a su oreja. Kate levantó la vista y miró a la dirección de ella—. Sí, aquí está Travis conmigo —volvió a hablar por el aparato e hizo una pausa, esperando la respuesta de la persona en la otra línea. La señora rodó los ojos de repente—. Sólo lo dejaré y me iré al hotel. No tendrás que soportarme, Jeffrey, si eso es lo que te preocupa.

Kate comenzó a idealizar la posible historia de la mujer rubia: divorciada, con un niño que sufre demasiado por la separación de sus padres, con un trabajo agobiante para mantenerse a ella y a su hijo lo más que pueda porque su esposo sólo le manda una mierda de dinero, y que vive en algún barrio bajo o en algún departamento típico para divorciados. «Seguro que Jeffrey la dejó por una tipa más buena», pensó Kate de pronto.

—No te molestaré a ti ni a la tonta de Meredith —continuó la mujer bajando la voz, pero el lugar estaba tan en calma que era imposible que su susurro no se propagara por el aire, haciendo que los ancianos, el niño y Kate la escucharan perfectamente. El hombre que roncaba sólo se removió en su asiento y echó un leve quejido, quizá percibiendo la tensión entre Jeffrey y la rubia aún cuando estaba dormido

Y, efectivamente, Kate acertó a su suposición.

Era lo que ella solía hacer para distraerse: observaba a los demás, mirando sus aspectos o escuchando sus pláticas con detenimiento, e insinuaba sus vidas. A veces se equivocaba, a veces acertaba y, la mayoría de las veces, no sabía si había adivinado o no. Pero esta vez lo logró, y sonrió complacida por eso. Entonces notó que el niño de aproximadamente diez años se tragaba sus lágrimas con dificultad, y su sonrisa desapareció.

Se giró en su asiento para mirar por la ventana y ver de nuevo el paisaje, ya que ya habían salido del túnel. Después se colocó los auriculares y cambió la canción a una más alegre. Pero de todos modos se sentía miserable, aún cuando ese momento podía considerarse absolutamente especial.

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2017 ⏰

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