Sin título

Introducción

Cuando tuve la edad suficiente como para comprender las cosas que ocurrían a mi alrededor, apareció un estigma en mi vida. Era tan inquietante y angustioso, tan natural y real, que supe desde temprana edad que las demás personas también habían experimentado estos sentimientos de desesperación, aunque hubiese sido de diversas maneras.

El estigma que viene tras la palabra... "futuro" a veces logra dar esperanza. Pero en otros casos, solo es capaz de brindar temores que pueden quedar atrapados dentro de ti.

¿Qué pasará en mi futuro?

¿Cómo cambiará mi vida?

¿Cuántos momentos felices o infelices tendré?

Y, lo peor de todo es que este estigma no puede ser revelado hasta el momento de tu propia muerte. Cuando la vida se está escapando de tus manos, en esos últimos segundos, es cuando sabes que ya no hay un futuro por delante y que tu vida se quedará resumida en todo lo que eres en la actualidad. No más sueños.

Las risas, los buenos, malos y horribles momentos de tu vida serán barridos como las hojas secas por el viento. Y en el último segundo te dirás a tu yo del pasado... "Este es tu futuro", sin poder evitar sentir arrepentimiento.

Después de meditar mucho tiempo, de vivir, tropezar y sufrir, llegué a la conclusión de que construiría mi futuro con mi presente y que, de esa manera, yo sería responsable de todos los cambios, todos los felices e infelices momentos que tendría, pero... ¿Cómo podría construir mi futuro con mi presente, si mi pasado lo estaba afectando?

¿Qué podía hacer para salir adelante?

¿Cuál iba a ser mi punto de partida?

Todas las personas necesitan, en algún momento de la vida dejar de cargar ese feo y pesado saco en su espalda lleno de miedos y pecados ocurridos en el transcurso de su vida, para así poder al fin, armar el futuro sin errores.

Eso era algo que mi cuerpo me venía gritando desde hace mucho tiempo y que, sólo hasta cierto día, pude escuchar.