Doffy.

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(...) se movió en la cama, se levantó y entonces vio algo que la dejó petrificada. Había un hombre oculto en las sombras de la habitación. Un animal que iba en busca de su presa. El tipo chorreaba de pies a cabeza, señal de que fuera estaba lloviendo. El corazón de (...) palpitaba alocadamente, el nerviosismo crecía en su interior.

El hombre dio un paso hasta que la luz que se colaba por la ventana lo alumbró. Aquel tipo vestido con ropas coloridas y chillonas que se había colado en su habitación estaba rodeado por el aura más poderosa que había sentido en su vida. ¿Qué hacía ella pensando en auras? ¿Qué diablos sabía de eso?

«Aún debo estar dormida», sacudió la cabeza ligeramente esperando que la imagen de aquel tipo se desvaneciese. Esperando que todo fuera una mala pasada de la cena tan pesada que disfrutó hacía unas horas.

Más nerviosa que un pavo en nadvidad, comprobó que él se acercaba. Era enorme, ese cuerpo lo ocupaba todo, comía su espacio de un modo escanadaloso. Entonces, lo miró a la cara y entonces se quedó sin aliento. Santo Dios, era lo más hermoso y viril que había visto en si vida. Un calor inesperado comenzó a recorrer su estómago, apretó los dedos hasta arrugar las sábanas.

El golpeteo de la ventana le indicaba que esa había sido la ruta por donde entró el desconocido. ¿Por qué le tenía que pasar eso a ella?

Tragó saliva. Doflamingo la miró de arriba abajo. Había esperado tanto para encontrar la forma de hacerse con ella. La tenía enfrente, con su tez bronceada y los mechones de pelo que caían sobre sus turgentes pechos, hombros y por detrás de la nuca. Su pecho estaba agitado como si hubiese corrido un maratón. Ese delicioso pecho, turgente y firme. Qué ganas tenía de morderlo y succionarlo tenía. ¿Serían rosas sus pezones? ¿Se endurecerían lamiéndolos con la lengua? Oh, deseaba hacerle tantas cosas y por fin tenía la oportunidad.

La miró a los ojos. Era dulce y, aunque odiara admitirlo, preciosa.

(...) se lamió los labios sabiendo que ese hombre los estaba observando. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no salía corriendo de la habitación y gritaba pidiendo ayuda? Había un hombre, un dios pagano en su habitación y por la sonrisa ladina de su rostro suponía que nada bueno iba a pasar.

Doflamingo siguió la lengua de la chica mientras la observaba humedecerse los labios. Estaba poniéndose con solo verla.

―Ven, preciosa ―dijo Doflamingo con la mirada fija en su boca.

(...) se quedó en su sitio, paralizada. ¿Qué pasaría si obedecía a ese desconocido?

―Ven ―repitió, tensó la mandíbula al verla dar un paso atrás. Alejándose de él.

Aquella voz melodiosa y grave, vaya si era sensual. Cautivadora y sexy. Él era un extraño,y aunque era capaz de sentir la misma excitación que el desconocido. ¡Excitación que sentía por ella!

Eso la tensó todavía más e inconscientemente se tapó el cuello sudoroso con una mano mientras intentaba mantener la distancia. ¿Acaso ningún vecino se había dado cuenta de que había entrado un ladrón? Bueno, con los truenos y relámpagos de fuera suponía que todos estaban plácidamente dormidos.

En un abrir y cerrar de ojos, Doflamingo se abalanzó sobre ella, la agarró de los hombros y la aprisionó contra la pared. Le dolía la espalda, pero eso era lo de menos. ¿Iba a hacerle daño de verdad? ¿La iba a matar?

―No me hagas daño ―logró decir con la voz temblorosa.

Doflamingo la agarró del pelo y con un tirón violento la obligó a echar la cabeza hacia atrás. (...) gritó. Un fuerte dolor le subía por el cuello. Seguramente se le había agarrotado un músculo. Era un salvaje y estaba a solas con él.

Estocolmo (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora