Hombre.

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Cuando por fin se quedó sola se limpió las mejillas y corrió a cerrar la puerta con el seguro y como pudo se las arregló para poner un pesado sofá como barricada. Tal vez no era la mejor idea pero lo primero que tenía que hacer era salir de allí. Su vida, virginidad y libertad dependían de ello. Maldición, las cosas no podían irle a peor.

Fue al baño y se aseó lo más rápido que pudo, volvió al dormitorio y buscó el maldito vestido y se lo puso. Vaya, a ese hombre se le olvidaba algo esencial que las mujeres como ella usaban: ropa interior. Bragas. Los malditos calzones.

―No puedo ir sin ropa interior ―murmuró la chica con la cara roja. De nuevo rebuscó por la habitación, abriendo cajones y armarios.

Nada. No había nada.

Entonces pasó por alto un pequeño pero crucial detalle. No se había fijado si en el baño había una ventana por la cual ella pudiera escapar.

Regresó con esa pequeña esperanza en mente y la encontró.

―No, no, no. ¡Maldita sea! ―(...) sacudió fuertemente la manija de la ventana pero estaba sellada y el cristal era demasiado grueso para romperlo―. Esto no puede ser, joder.

Con el corazón agitado suspiró y decidió bajar al comedor. Debía buscar una forma de escapar y que mejor momento que ese.

Tras medio minuto quitando el puto sofá abrió la puerta y se encontró con una chica joven, vestía un uniforme de sirvienta y al parecer iba a tocar la puerta.

―Buenas noches, señorita (...) ―(...) no supo cómo reaccionar a aquel saludo―. Vine a buscarla, la estamos esperando. Ah, por cierto me llamo Baby-5 y seré su ayudante personal.

―¿Mi ayudante?

―Si, la mansión es muy grande y es fácil perderse ―explicó la chica con media sonrisa―. Te he traído estos zapatos, algo de maquillaje y otras cosas que pueda necesitar una mujer.

Hasta ese momento (...) no se había percatado de la pequeña bolsa y la caja que la chica llevaba en manos. Y es frescor que sentía en la entrepierna le recordó que iba con el culo al aire.

―Gracias, Baby-5 ―dijo (...) sincera. Las dos volvieron a entrar en la habitación y Baby-5 no comentó nada por el del mobiliario.

Se limitó a ayudarla como toda una maid haría, la peinó y (...) agradeció su gesto. Había sido muy suave y calmante para sus destrozados nervios. Tal vez si hablaba con ella quizás podría...

―¿Cómo acabaste aquí, Baby-5?

La chica siguió peinándola, con una sonrisa muy amable en el rostro como si recordaba algo pasado.

―Fue hace muchos años, sólo puedo decir que el joven amo me salvó.

(...) no estaba muy segura de eso. ¿Qué clase de captor era Doffy?

«Uno lunático», se dijo a sí misma.

―¿Porqué el teléfono no funciona?

Había estado como loca tratando de llamar a su padre, pero el único teléfono que encontró estaba desconectado.

―Estamos listas, vamos.

(...) supo que no conseguiría más información, al menos, por esa noche de la joven Baby-5.

La llevó por los pasillos, bajó una hilera de escaleras y le mostró el camino hasta el comedor donde esperaba mucha gente. Entre ellos el odioso de Doffy.

Estocolmo (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora