El reloj de agua

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A Coruña, Avda. Alfonso Molina.

28 de Febrero de 2013 — 15.15 horas

Adán salió el primero de clase, y bajó corriendo las escaleras.

Había sido una mañana improductiva. Ahora que lo pensaba, como todas las mañanas desde el inicio de la carrera... no, mejor aún, como todas las mañanas desde que había llegado a ese mundo de perros.

Miró el reloj. 15.15 horas. Bien, no se había retrasado ni un sólo minuto. No soportaba retrasarse, no soportaba perder el tiempo de esa forma. Ya bastante lo perdía en todas aquellas cosas que había que hacer para poder vivir en esa sociedad en la que todo estaba impuesto, mientras las agujas corrían y corrían sin parar, día tras días y semana tras semana. Y, además, sabía que por mucho que estudiase o trabajase, e independientemente de todo el dinero que lograra ganar a lo largo de su vida, jamás podría detener el tiempo.

El tiempo.

En la ciencia no estaba la respuesta. La había buscado en miles de libros, también buscado ayuda en muchos profesionales. Había hablado con muchas personas sobre ese tema, pero nadie podía encontrar la respuesta. Y lo que más lo enfurecía era ver que todo aquel con el que hablaba, estaba resignado a que eso fuera así, y no pensaban hacer nada por intentar detenerlo.

Se subió a su moto a las 15.17 horas, y condujo en dirección a su apartamento de estudiantes. A esas horas, el tráfico era fluido en la ciudad coruñesa, por eso adoraba salir a esas horas de clase. Detestaba ver como corrían los minutos mientras estaba atrapado en un atasco.

Tenía muchas cosas que hacer: ponerse al día con el nuevo material de clase. A las 17.00 horas tenía que bajar al supermercado a comprarse algo para la cena, la comida de mañana, la cena de mañana y el desayuno de pasado mañana. A las 17.00 horas de pasado mañana, volvería a bajar al supermercado para comprarse más provisiones. Después de hacer la compra, volvería a su apartamento y charlaría durante treinta minutos con su colega Miguel, tiempo durante el cuál se beberían dos cervezas y fumarían dos cigarros. Solía acabar la tertulia alrededor de las 18.24 horas.

A las 18.25 horas volvería a salir de su piso para ir a andar en bicicleta por el paseo marítimo, frente a la playa de Riazor. Pedalearía durante 52 minutos. Los ocho minutos restantes, serían los que dividiría en el trayecto de ir hacia allí, y volver a casa. Al regresar a casa, a las 19.31 horas, se ducharía en 6 minutos y...

Sonó una bocina. Una bocina que pareció sonar en el interior de su cabeza.

Luego notó como su cuerpo perdía el contacto con su moto. Y parecía volar de repente. Sintió un fuerte impacto, muy fuerte. Algo que le cortó la respiración. Dolor. Sintio tres segundos de dolor

Y luego todo el tiempo se detuvo.

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⏰ Última actualización: Feb 10, 2014 ⏰

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