En algún lugar en el mar pacifico cerca de las costas australianas.
- ¿Hace cuánto que escuchas esa canción?- El chico de cabello castaño había estado sentado en esa silla desde que la habitación de tiño de color gris, el cielo seguía su ritmo dejando caer el sol en su rutina.
-No lo recuerdo, quizá siempre le estado escuchando- En cambio el albino permanecía de pie junto a la chimenea donde los carbones apagado reposaban.
El castaño rio-No siempre, esta es la primera, como todas las cosas... La dejarás de lado ¿No? - Su mirada era sínica, sabía exactamente lo que su boca soltó en forma de sonido.
- ¿Qué sabe alguien que ya está muerto?- Replicó girando su vista a la ventana donde el sol ya no estaba, a la vez esa persona de ojos color miel se volvía polvo. En verdad, ¿Alguna vez estuvo aquí?
Siquiera pudo presenciar el nacer y morir de la esperanza, no vio el nacer de una nueva era y ahora aparecía, sofocando, llenando de locura la cabeza de la persona que en un día de nieve clara tuvo que cargar su cuerpo hasta su lugar de entierro, obviamente no se percató de lo que se perdió para poder seguir pensando en poder ganar.
No sé cuál día describir, si el caluroso día de verano que por primera vez vi aquel rostro, el día de invierno que tuve que dejar todo, ese día de lluvia que deje de ser yo, cuando cayó la primera nevada de un día de abril y el hilo rojo empezó a correr entre mis dedos, no sé cuál de esos días es mejor, te preguntaría a ti, pero sé que solo me miraras con esos ojos verdes llenos de lágrimas. He sido atormentada por mucho, el hecho de que haya terminado de la forma en la que termine me reconforta en todo aspecto, el saber que el sufrir no existe, que cada una de mis lágrimas será por un recuerdo feliz, el hecho de solo poder sentir la tibies de tu mano es todo lo que me hace falta en este nuevo cuerpo, porque yo ya no estoy aquí ni allá sino con todos, las personas que me vieron nacer, las que me vieron crecer, las que me amaron, las que me odiaron, por supuesto las que me observaron caer, estoy con todas ellas.
Este lugar, de la casa vieja y el campo de girasoles, llena mi corazón de tranquilidad, esa persona que me acompaña es un amigo de experiencias, está aquí por el mismo motivo que yo, nos damos ánimos el uno al otro mientras observamos desde nuestro asiento la vida de las personas, puedo ver la vida de la persona que nunca acepto mi amor y luego se arrepintió, la de esa persona que no pudo llegar a amar y la de esa que amo pero no pudo completar su amor, todas esa vidas las bendigo.
El espíritu de batalla que antes hablaba con Dios se dispuso a reír a solas en una habitación vacía, de vez en cuando las personas de todo tipo le visitaban, el cosechador le dio abrigo una vez, sabiendo bien el riesgo acepto su propuesta, años de amistad fueron forjados y un amor inesperado, el espíritu de guerra en su instinto lucho como pudo sin obtener resultado, el cosechador murió en su regazo siendo enterrado bajo el árbol más viejo de la pradera, Dios en su misericordia le ofreció al espíritu un nuevo comienzo, este se negó comenzando de nuevo a dilucidar su tétrica sonrisa al luchar.
Nuestro Dios siempre fue desdichos, aun si tenía todo las cosas se desmoronaban a su alrededor, una vez escucho de la palabra esperanza en relatos de ficción, siempre tan brillante y amable, cuando esta apareció ante Dios, él ya había sido cegado, una falsa esperanza le había conducido hasta el abismo donde le prometió la felicidad, la esperanza lucho en vano para sacarle de aquel lugar, de sus manos la sangre y las vendas comenzaban a ser parte de ella, "Nunca debió haberme sonriendo" le repetía al Dios segado, tarde era pues otro amor correspondido murió de la misma manera que nació, solo fue revelado en el lecho de la esperanza. Dios se culpó, lloro maldiciendo su destino, teniendo lo que tanto anhelaba cerca lo dejo marchar en su estupidez.
- ¿Entiendes la historia?- Pregunto la esperanza desde el nuevo mundo.
-Si tú la has vivido y yo la he visto, claramente le entiendo- Respondió el cosechador desde su silla al lado de la ventana donde el sol siempre daba cálido.