Cap. 8

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Ha pasado ya una semana desde que conocí a Larry y me sigue pareciendo un buen chico. Me sorprende la soltura que tiene hoy en día conmigo y con mi mejor amigo. Él tiene por fin la confianza suficiente como para hablar como si nadie existiera a su alrededor, me alegra bastante que se sienta así.

Estamos en clase de nuevo, cosa obvia, haciendo lo mismo de todos los días, solo que esta vez con una tercera persona. Estamos pintando cosas que nos encanten. Esta vez, Henry no dibuja un helado de vainilla, sino a nosotros tres juntos sonriendo. El dibujo está bonito, me lo querría quedar para tener un recuerdo de nosotros de pequeños, es muy bonito, con una casa al fondo y un par de árboles.

—Esta será la casa de los tres —Larry también mira al hablar nuestro amigo—. Seguro viviremos todos juntos. Seguro, no. Me aseguraré de que vivamos todos juntos como que me llamo Henry —alza la mano, decidido ante sus palabras.

—¿Puedo quedarme el dibujo? —le pregunto.

—¡Claro! —lo deja al lado de mi mochila.

—¡Yo también quería el dibujo! —se queja el pequeño Larry.

—Puedo hacer otro, si quieres.

—¡Sí! Por favor —sonríe con las mejillas rojas.

Nos ponemos a seguir dibujando, el mío es un poquito más currado y espero que les guste, porque sino... Bueno, no importa si no les gusta, me estarían diciendo la verdad y eso es lo que quiero, que me digan lo que piensan, no lo que quiero oír.

Termino y me pongo a pensar si es lo que quiero enseñar. Me lo pienso una y otra vez cuando una de las voces de mis amigos exclama.

—¡Como mola! —exclama Henry, sonriendo.

—¿En serio te gusta? —un leve sonrojo aparece en mis mejillas.

—¿Cómo no me va a gustar? Míralo —observo mi dibujo de un caballo y un jinete que he visto en la televisión, no es exacto, pero es de infantil—, es que me gustaría tenerlo.

—Por favor, dame a mí ese dibujo —suplica Larry.

Miro a Henry y asiente con la cabeza, esa es la señal que quería que me diera. Extiendo mi dibujo hacia él y lo coge. Su sonrisa se ensancha de manera que a los tres nos hace muy feliz. Larry agarra su dibujo y nos lo enseña con muchísimo más entusiasmo que hace un minuto.

—Mirad —una casa con una familia, un perro y muchas flores, la creatividad rebosa en nosotros.

Le decimos que nos gusta y el dibujo se lo queda Henry, porque ya que él no se ha quedado ninguno, pues se queda ese.

La profesora nos pide que nos levantemos y nos preparemos para que nos recojan nuestros padres, porque ya es la hora de irse a casa. La madre de Larry siempre la recoge y ahora conoce a mi madre. Estamos pensando en suplicar que quedemos todos juntos una tarde, si es que todos los padres pueden para que hablen entre ellos. No queremos que se queden dos madres solo y luego se queden en silencio.

Nos salimos a la calle y ahí vemos a nuestros padres. Henry es recogido por su padre, yo por el mío, es raro que mi madre no venga, y Larry por su madre. Siempre con esa delicada sonrisa que su hijo a heredado. Nos despedimos y nos vamos cada uno por su lado, es hora de comer y de no hacer nada salvo ver dibujos animados.

La tarde ya está echada, y una quedada también, pero eso ya otro día.

Mi Querido GorditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora