Me encantaba imaginar el suave tacto de tu mano unida a la mía. Hechas para encajar, una con la otra.
El sonido de tu dulce voz, cada palabra que tus dulces labios pronunciaban creaban una melodía alucinante lo cual me llenaba de regocijo.
Tus caricias, besos, abrazos. El contacto que tenían tus abrazos hacía mi era sumamente encantador, único.
Tus besos me llenaban de inmensa alegría, desesperación por el suave tacto de tus labios.
Solía pensar en inmensidad de pensamientos sobre ti los cuales eran un intento fallido de intentar llenar el vacío de tu partida.
Un vacío, una inmensa pena...
Te habías marchado sin un Adiós, la pena y desdicha que me invadió causo que un mar de sentimientos me ahogaran y la soledad se tornara latente y desesperante.
La luz se había marchado.
Tu no estabas más para detener la lagrimas.
Prometo conservar tu recuerdo, guardado en el alma, de los que lucharon y murieron en la batalla de la esperanza.