11. Un ramo de orquídeas.

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En estos momentos agradezco que mi nana me haya alistado todos mis accesorios, mi maquillaje y mis joyas, porque la boda es hoy y debo lucirme.

Recojo mi cabello con un broche dorado, me maquillo con esmero y el vestido me queda mejor que el día en el que me lo probé –si eso es posible–, me calzo unos tacones no tan altos.

Me miro sonriente en el espejo, justo después de ponerme las joyas doradas y no puedo evitar suspirar.

Te pasaste, Pepper. Te ves espléndida.

Salgo de la habitación después de diez minutos desde que Baxter anunció que estaba listo para irnos. El sonido de los tacones hace que Baxter se gire lentamente hacia mí mientras se abrocha uno de los botones de la leva negra del traje.

Me mira con los ojos muy abiertos, sé en ese momento que me he lucido con mi aspecto. Tal como quería. Pero él no se queda atrás; el traje le queda al cuerpo, su cabello está peinado a la perfección hacia atrás, sus pecas resaltan y mi conclusión es que Baxter no es de este planeta. Alguien con buenos modales y así de guapo no puede ser de por aquí. Algún defecto debe tener y voy a descubrirlo.

—Joder —susurra—. Ni siquiera puedo decir la palabra hermosa, porque parece no hacerte justicia.

Mi corazón late con fuerza y mis labios forman una sonrisa. Ni siquiera Cole me había dicho algo así, más que después de tener sexo, decía: “Eres genial en esto, bebé” y ahora que lo recuerdo... me aborrezco. Porque yo merecía más que a ese mediocre.

—Tú te ves increíble —respondo.

—¿Qué quieres que responda? —me pregunta sonriendo mientras avanzo hacia él—. Ni siquiera puedo encontrar una palabra que te haga justicia.

Sonrío.

Salimos de la granja y subimos a la camioneta, a pesar de ir tan elegantes no pretendemos tomarnos más lujos, así que nos espera una hora y media hasta llegar a la ciudad.

Y así, cuando llegamos a la recepción del lugar es algo bonito y elegante. No alcanzamos la misa pero hemos llegado a tiempo para la celebración. Apenas nos acercamos, voy de su brazo y la familia de Baxter empieza a murmurar. Mi nana nos mira entre impresionada y complacida.

—¡Baxter tiene novia! —exclama un chico apuesto, con cabellos rubios y pecas como casi todos los presentes.

Entonces empiezan las preguntas; sobre Murito, sobre mi “noviazgo” con Baxter, sobre mi vestido y cuando por fin nos dejan adentrarnos a la recepción me quedo encantada porque todo es blanco.

—La decoración es preciosa —le digo a Baxter.

Sigo colgada de su brazo hasta que nos quedamos en una mesa para los dos. Nos sirven un copa de champagne, pero Baxter me la quita.

—No puede beber —le dice y el chico entiende y se retira—. Sobrevivirás a esta fiesta a base de agua.

—¡No es justo! —exclamo—. Al menos quiero tomar gaseosa.

Tardo en convencerlo, pero accede y me pide un vaso de gaseosa con hielo, me lo bebo gustosa.

—Mi pequeño Baxter —la novia se acerca a Baxter y le aprieta los cachetes—. Qué bueno que ya tengas novia.

—Oh, no —le dijo—. No, no...

—¡No lo niegues! —ella exclama y luego lo empuja bromeando, pero al parecer la chica tiene fuerza—. Ella es preciosa y además serás papá. Bien guardadito te lo tenías, ¿eh?

—No, es que... —vuelve a ser interrumpido por un empujón.

—¡Ya no lo niegues, joder!

La novia se va a disfrutar de su fiesta mientras Baxter y yo nos quedamos en silencio. Las cosas han sido mal vistas; él no es el padre de Murito y tampoco es mi novio.

—Te lo dije —me dice y río.

Lo miro con una ceja arqueada.

—Bien, pues vamos a darle de qué hablar —me levanto y le extiendo mi mano.

La música suena y para mi buena suerte, está sonando Nancy Mulligan de Ed Sheeran. Tiene un tipo de estilo irlandés, así que nos hago parar en el centro de la pista. Él me mira entre confundido e impresionado.

—Vamos a hacer esto bien —sonrío.

Me quito los tacones y comienzo a bailar al ritmo de la canción, él no me deja sola y empieza a bailar conmigo. No es el mejor bailarín de la vida, pero se defiende.

La familia de Baxter ríe y aplaude para nosotros al ritmo de la música.

—Estás loca —me dice en medio de un jadeo que se mezcla con su risa.

—Eso es lo de menos —le digo.

Para tener cuatro meses de embarazo, me muevo bien y tengo flexibilidad. Él me mira deteniéndose, sigo bailando y su mirada no me deja, me recorre. Así que sonrío.

La música cambia, a una lenta que hace que las parejas se queden en el centro de la pista. En especial los novios.

Miro a Baxter, quien está con una mano extendida hacia mí y una sonrisa roba-aliento, me mira con sus cejas alzadas.

—Virginia Rowe, ¿me concedería este baile?

—Te lo concedo.

Poco a poco nos acercamos para ir al ritmo lento de la música. Su mano está en mi cintura, su dedo pulgar hace pequeños círculos en una parte de mi vientre, mi mano está en su hombro pero luego sube hasta su cuello y finalmente la paso por su cabello como una leve caricia.

—Gracias por acompañarme —dice.

—Es un placer —respondo.

Entonces el mundo se vuelve mudo, su mirada está en mí... solamente en mí. Pasos torpes antes que nuestros rostros están cerca, muy cerca. Siento su respiración, veo sus pecas con más claridad, siento su aliento mentolado y mi mano pasa por su cabello.

No sé qué pasa.

Se acerca más, sus labios están casi sobre los míos pero la voz de la novia nos hace volver a la realidad y nos alejamos al instante.

—Hagamos de cuenta que nada pasó, yo... —se queda a medias—. Olvídalo.

Pero no, yo no voy a dejar pasar algo así. Algo eléctrico y extraño. Yo no voy a olvidar, es absurdo. No siento el sabor de decepción en la boca, será porque soy confiada.

Sin embargo le sonrío.

—Bien.

—¡Es hora de tirar el ramo! —exclama la novia.

Todas las mujeres se amontonan en una bolita humana, yo me pongo mis tacones y me pongo más atrás, porque ni loca me pongo en esa bolita de mujeres locas. Podrían aplastar a Murito.

—¡Uno, dos, tres! —exclama Kira, la novia. Está de espaldas.

El ramo es lanzado y va a gran altura como para que una de las mujeres de la bolita lo agarre. Así que veo como viene directo a mí, sonrío con triunfo cuando cae en mis manos el bonito ramo de orquídeas.

—¡Baxter, ya te veo en el altar! —le grita Kira a su primo riendo.

Las mujeres de la bolita me ven con coraje y vienen directo a mí con la turbia intención de quitarme el ramo, pero entonces Baxter se pone frente a mí como protección.

—¡Está embarazada y el ramo es de ella! —exclama.

Las mujeres se detienen y se desvían del camino. Baxter me mira con una sonrisa ya característica de él y me señala el ramo.

—Y de todas las mujeres, tenías que ser tú la que recibe el ramo —siento algo de broma en su tono de voz, pero su sonrisa no se pierde.

—Oh, ya sabes —sonrío—. Quizás me esperan cosas buenas en el futuro.

Él me mira sonriente y asiente mientras nos vamos hacia nuestros asientos.

¡Ayúdame, Baxter!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora