Parte uno. Viktuuri.

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Stuck here in your hands

[Ama, ríe, llora. Haz lo que quieras, pero hazlo conmigo.]

Viktor

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Viktor.

Esto ocurrió después del Grand Prix de Barcelona, hace un año.

Yuuri y yo habíamos salido a cenar con Yurio y Otabek. Tanto el japonés como el rubio estaban bastante contentos, aunque, a decir verdad, Yuuri parecía un poco distraído. Lo noté cuando, en lugar de beber de su vaso de agua, tomó el salero y se lo llevó lentamente a los labios. No fue hasta que el metal tocó a los mismos que el japonés se dio cuenta. Con un violento sonrojo, dejó el salero en la mesa, mirando por si alguno de nuestros acompañantes se había dado cuenta de su error.

—¿Yuuri? —pregunté. Él se sobresaltó—. ¿Tienes algo?

Él negó con la cabeza, asustado.

—¡No, no, no! ¡Todo está bien! —prometió.

Fruncí el ceño. No me gustaba cuando Yuuri me ocultaba cosas, pero llegando al hotel le preguntaría. Ahora que lo notaba, solamente nos quedaba esta noche en Barcelona. Yuuri regresaría a Japón y yo iría a Rusia. Eso me entristecía bastante. Me había acostumbrado tanto a su calor, su esencia y su actitud, que separarme de él ahora sería como cometer suicidio.

Su nerviosismo desapareció con rapidez. Mientras él charlaba animadamente con Yurio y Otabek, yo me dediqué a observarlo detenidamente. No sé si solo era yo, pero me pareció ver un aura resplandeciente y llena de flores rodeándolo. Cada que sonreía y entrecerraba los ojos, hacía que su rostro se iluminara más, y que llenara de colores un mundo que yo usualmente veía en blanco y negro.

Suspiré y apoyé mi codo en la mesa, para después posar mi barbilla en mi mano, sin dejar de observarlo. El anillo dorado que llevaba en la mano destellaba graciosamente, como si pidiera a la gente que lo vieran. Un anillo que era pareja del anillo de Viktor Nikiforov. Como si la joyería tuviera vida propia, ese circulito de oro gritaba y presumía a todo el que lo observaba que era la pareja del anillo de Viktor Nikiforov. Y aunque lo que había dicho aquella vez era una broma, estaba realmente deseando que Yuuri hubiera ganado el oro; así podríamos casarnos, y probablemente no tendríamos que separarnos ahora mismo.

Ah. Ahí estaba de nuevo.

No quería alejarme de Yuuri.

No sé por qué. En un inicio, todo lo que podía ver en aquel fan mío japonés era un talento que nadie había descubierto todavía (Celestino no cuenta), un potencial tan torpe y fresco, que necesitaba ser refinado. Sí. Pensé que gracias a él podría recordar por qué empecé a patinar. Traer la sorpresa que todo el mundo esperaba, que yo ansiaba. Hacer a Yuuri una herramienta, no solo para atraer publicidad, sino para que me mostrara lo que había visto en ese video aquella vez, en mi sala.

Kiss me, Viktor. |YOI| Viktuuri/Otayurio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora