Yo no soy la única en la que piensa. Y me preocupo. Pero no porque sea celosa o algo por el estilo. Yo no sé de envidia. Sé que me quiere y me lo demuestra. Aunque últimamente está distante.
Desde que supo de su existencia, solo sabe decir estupideces. Solo piensa en devolver la deuda que el corazón tiene. Que su corazón consume con tanto dolor. Él se cree que yo no lo noto, por ello si silencio es tan profundo.
A veces, cuando nos vemos, me mira con tristeza y algo de odio. Y no sé exactamente que odia, si a mí o aquel semejante personaje que fue capaz de arrebatar su más preciado tesoro.
Apenas come y mucho menos, habla. No sé que decirle, cómo ayudarle. Mis besos le sabrán a poco. Mis caricias serán inexistentes. Mis abrazos no sabrán calmarle. Incluso llego a pensar que nuestros lugares de quedada son aquellos los cuales la persona misteriosa frecuenta.
Es difícil descubrirlo en una mirada tan perdida.
Busco a mi alrededor alguna pista que me dé a entender por qué tal actitud. Todo está vacío y es cuando lo veo claro: es pura obsesión.
Busca sin saber. Encuentra sin entender. Desatiende su trabajo, sus amigos. A mí.
Parece un caso perdido que no comprende. Y no le pido que me comprenda a mí, sino que entienda que hay gente que le quiere y que se preocupa e intenta ayudarle a salir de este paso tan difícil.
Que yo sé que no olvidará ese trauma de infancia, pero vengarse por un asesinato no es lo mejor. Se destrozaría a él, a su vida.
-No puedo más con esto. Tu obsesión ha hecho que me olvides.-le digo
No reacciona. Sigue con la mirada perdida.
Yo no soy la única en la que piensa. Aunque tampoco piense en mí. No soporto tal agonía.
Me levanto de su lado y le suelto la mano. Decido marcharme. Ya poco hago, no existo.
Me vuelvo hacia él unos pasos adelante.
Sigue con la mirada perdida.
Ahora seré motivo de su olvido
EugeniaCarreño Hernandez
