Quevedo

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  ¿Qué importa blasonar del albedrío,
alma, de eterna y libre y tan preciada,
si va en prisión de un ceño, y, conquistada,
padece en un cabello señorío?
Nadie nació monarca del imperio mío
la mente, en noble libertad criada;
hoy en esclavitud yace amarrada
al semblante severo de un desvío.
Una risa, unos ojos, unas manos
todo mi corazón y mis sentidos
saquearon, hermosos y tiranos.
Y no tienen consuelo mis gemidos;
pues ni de su victoria están ufanos,
ni de mi perdición compadecidos.  

D.E.F

Poemas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora