"Cartas"

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" Roderich...Roderich Edelstein, ese es mi nombre "

Eso fue lo primero que escribió el joven austriaco en la carta que sería enviada a un completo extraño, quien en medio de la crisis causada por la Segunda Guerra Mundial había enviado la primera. Esta misteriosa persona era, al parecer, un soldado que se encontraba en pleno campo, su nombre  era Gilbert, Gilbert Weillschmidt.

" Hace un tiempo que te vi y me gustaría conocerte, comencemos por tu nombre, el mío es Gilbert Weillschmidt"

Le parecía curioso y extraño que alguien desconocido le prestase tanta atención, pues para comenzar no recordaba siquiera haber salido alguna vez de casa debido a su condición, apenas estaba levantándose se la silla de ruedas sin necesitar ayuda de otro. Caminaba a paso lento y como las calles eran demasiado turbulentas prefería quedarse en casa para evitar algún accidente, sin contar que era una persona con nulo sentido de la orientación y de no haber alguien cerca seguro terminaría perdiéndose.

La persona detrás de esa extraña caligrafía le parecía interesante, misteriosa e incluso disfrutaba cada carta que le enviaba pues era rara la ocasión en que él convivía con demás personas desde que su compañero de casa Ludwig había partido también al campo de guerra.

Este sujeto llamado Gilbert parecía, ante sus ojos, un tonto y eso le hacían nacer sonrisas en el rostro. Una vez una de las cartas tenía una terrible mancha y cuando la acercó a su rostro pudo oler el típico aroma del café, "Seguramente se lo ha tirado encima mientras responde a mi carta", pensaba.

Había días y semanas en que ninguna de las cartas que enviaba eran respondidas, eso le aterraba pues al haber encontrado un nuevo amigo entre las líneas del campo de guerra, temía perderlo. Pero el soldado  era bastante hábil al parecer, Roderich incluso llegó a pensar en un tonto estereotipo acerca de los alemanes con una sonrisa en el rostro tras encontrar una carta en su buzón.

"No puede morir tan fácilmente, los alemanes son buenos en la guerra".

Tomó la carta entre sus manos después de acercarse lentamente hasta el lugar y fue directo a la casa.

"¿Me  has extrañado?, seguro que has pensado que estoy muerto, pero no. Soy bastante bueno peleando, apuesto a que te sorprenderías."

Cuando miró el interior del sobre pudo notar un par de notas más, cuidadosamente dobladas para que fueran capaces de tener un espacio dentro del pequeño sobre.

" Tal vez te estés preguntando cómo es posible que yo te mande cartas desde este lugar. Bien, todo es gracias a este pequeño amigo llamado Gilbird, es una cría de halcón que me ayuda a transportar mensajes de una manera bastante anticuada."

¿Un halcón?, ¿Estaba acaso bromeando?

Alzó una ceja algo confundido por las palabras escritas en el papel, sin creerlas del todo. Seguro le estaba tomando el pelo al decirle que las mandaba con un halcón mensajero como si de la Edad Media se tratase. Rodó los ojos, ya en varias ocasiones Gilbert había mandado cartas halagándose a sí mismo convirtiéndose en una costumbre. Tomó el otro papel doblado y con cuidado lo extendió.,

"Al parecer dentro de poco podré volver a mi hogar, ya he pasado mucho tiempo aquí y necesito algo de aire sin pólvora que respirar. Te avisaré cuando vuelva, así que ya que tu no me conoces te diré cómo luzco...Así podremos encontrarnos. Bueno, comenzaré..."

Gilbert era al parecer un hombre alto que rondaba el metro setenta y siete centímetros, fornido y además albino, algo que llamó la atención del austriaco, pues nunca antes había conocido a alguien con esa característica. Esbozó una pequeña sonrisa este día tocaría una pieza de piano especial pues estaba feliz de poder encontrarse con el albino, a pesar de que no hubo una fecha exacta para su encuentro.

Sus manos y el sonido fluían al ritmo de las notas musicales, primero una blanca en E, después unas cuantas corcheas en C y más tarde en B. Tocar el piano era algo que le encantaba y vaya que era bueno en ello, le encantaba el sonido que se producía al mezclar los compases en clave de Sol y clave de Fa.

Una vez que terminó de hacer aquello que más le gustaba fue directo a la cocina a tomar unos pasteles que recién sacaba del horno. No era una época donde se podía permitir mucho lujo, pero un buen pastel de chocolate amargo nunca se le niega a nadie, o al menos eso estaba en las creencias del castaño.

Así pasaron los amargos días en que el austriaco no recibía carta alguna de su ahora amor platónico, por qué venga, ¿Quién no se enamora de alguien que escribe tales cartas sin conocer bien al otro?. Roderich era bastante sensible para esos temas, todo un romántico y a pesar de que se trataba de otro hombre no evitaba de ninguna manera que su estómago mariposeara como el romanticismo alemán.

Esperaba con fervor aquellas cartas, hasta que una apareció de nuevo en su buzón. La tomó Tan rápido como pudo, incluso por poco se cae al salir torpemente de la casa y bajar las pequeñas escaleras de la entrada de ésta. Verificó que se tratase de una carta enviada por la persona esperada y tras confirmarlo entró de inmediato a la casa para dejarse caer sobre el sofá mientras veía con total anhelo aquella horrible letra apenas legible.

"Hey, Roderich. ¿Qué tal todo por allá?, aquí está bastante difícil todo, pero quiero decirte que ya estoy en camino. Llegaré dentro de dos días si no me equivoco en mis cálculos. Estoy un poco preocupado por ti, hay muchos bombardeos últimamente y ya que no recibí tu respuesta en algún tiempo, pensé lo peor. Sé que esto es pronto, pero me preguntaba qué harías si el asombroso yo dijera que le gustas.

Espero tu respuesta cuando nos encontremos, adiós".

Bajó el pedazo de papel retirándolo de la cercanía de sus ojos, esto hizo que su rostro enrojecido por las palabras ajenas quedase expuesto. Frunció un poco el ceño pues no le parecía demasiado agradable sentirse avergonzado de esa manera, incluso acomodó uno de sus mechones de cabello detrás de la oreja derecha.

"Es un tonto",

Pensó, aunque realmente se merecía más que ese insulto por dejarlo así, pero Roderich no era un hombre grosero, por lo que simplemente lo dejó ahí.

Suspiró un poco para calmarse, aunque fue un intento vano pues cada que pasaba por su mente el recuerdo de aquellas palabras sus nervios salían a flor de piel como si se tratase de la primera vez. Incluso tuvo que poner a hervir café para relajarse mientras tejía alguna cosa o leía un libro.

Pronto se encontrarían...muy pronto.

"A lo lejos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora