Capítulo 1

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Se suponía que tenía que estar feliz, pero no lo estaba. Lo único que quería hacer era cancelar mi vuelo a París y echarme en mi cama a llorar, porque así lo sentía, me sentía derrumbada.

Pero no podía hacerlo, le había prometido a mi hermano que iría y era obvio que iba a ir. Hacía más de 2 meses que no le veía, quería abrazarle con todas mis fuerzas y llorar en su hombro maldiciendo todo lo que me rodeaba, porque el era el único que me entendía, el único que en vez de tratar de tranquilizarme haría que sacase toda mi rabia e ira contenida y me desahogase.

Así que retiré el rimmel bruscamente de mis marcadas ojeras, me recogí el pelo vagamente y me puse mis botas. Las llaves del coche y no mucho equipaje, listo, llegué al aeropuerto.

"Grenade" de Bruno Mars me podía definir completamente en aquel instante, mirando por la ventana esperando que las horas se hiciesen cortas.

Gracias por confiar en Iberia sonó y fui la primera en levantarme, seguramente la que más ganas tenía de bajarse del tedioso avión.

Agarré mis maletas y no me costó mucho encontrar a mi hermano ya que tenía una gran pancarta en sus manos que ponía "La mejor hermana del mundo" y una gran sonrisa, corrí hasta sus brazos dejándolo todo atrás, y como tenía previsto sollocé en su hombro llena de rabia.

—¿Qué pasa princesa?— preguntó secándome las lágrimas y mirándome.
—Todo, todo pasa, Daniel— sollocé de nuevo.
—Ahora vamos y me explicas, no te quiero ver así, ¿De acuerdo?— me advirtió con el dedo.

Fuimos a su apartamento y dejamos las maletas, paseamos después por un camino hermoso, el cielo vestía unas nubes rosadas sobre un fondo naranja.

Amaba la capital francesa, pero no estaba de ánimos y "La ciudad del amor" no encajaba por nada con mi situación.

Nos sentamos en un café cerca De la Torre Eiffel.

—Ya me puedes decir— le dio un sorbo a su capuccino.
—Probé en cinco universidades distintas y ninguna me aceptó, estoy harta de estudiar, no soporto al novio de mamá y para colmo— tragué de saliva, mis ojos empezaban a picar de nuevo. No otra vez por favor. No quiero volver a llorar como una idiota. —Para colmo veo a Yeray delante de mis propios ojos engañándome.

El me miró seriamente.

—¿Me lo estás diciendo en serio?
—Sí— gruñí.
—Porque no estoy Madrid, Victoria, porque si no te juro que lo agarraba del cuello y... [...] ¿Sabes que tengo contactos en la...? [...] Y luego fregaría sus sesos y lo enterreraría en lo alto del monte, no olvidar que...

Por dos minutos aproximadamente Daniel explicó con todo detalle como  mataría o asesinaría a mi ex novio de distintas formas.

—No es tan mala idea, ¿Verdad?
—Quiero que se pudra en el infierno, no que te lleven a la cárcel— hice una mueca. —Además, ¿Qué hay con lo de la universidad? Yo ya no sé que más probar...
—En la mía todavía quedan algunas plazas... y tú sabes hablar francés fluido...— insinuó levantando las cejas.

Daniel siempre me había insistido con venir a estudiar con el a París, pero siempre le negaba ya que quería quedarme en Madrid a estudiar con mi Yeray. Al final el acabó sacándose su ingeniería y yo con un corazón roto y sin universidad.

Pero... todavía no era tarde, ¿No?.

—Vamos, no puedes rechazar ahora que no te queda nada— dijo.
—Vaya, gracias— contesté tajante y sarcástica. —Si, me vendré a estudiar contigo.
—¡Perfecto!— me abrazó con fuerza y tiró los dos cafés de la mesa.
—¡DANIEL!— le reñí, había manchado toda mi camiseta blanca.

—Uy— rió. —Bueno, preocúpate por esa mancha pero no por la universidad porque tengo contactos— guiñó un ojo exageradamente.
—¿Ah si, como en la mafia italoamericana?— reí.

—Exactamente— rió. —Y ahora... hagamos algo divertido. Mira, sé algo que te gustará hacer.
—¿Qué?— me crucé de brazos frunciendo el ceño, esperándome de todo.
—¡Vamos a visitar el campo del PSG!

Levanté una ceja incrédula y para nada sorprendida por lo que había dicho.

—Ya se que no es el Calderón, sí, pero sé que te va a gustar. Es increíble— afirmó muy seguro de el mismo.
—Tienes razón, ya no me queda nada— rodé los ojos.
—¿Eso es que sí?
—Eso es un sí, pero por qué no me queda otra.

Y así lo hicimos, fuimos hacia el parque de los príncipes. No sabía que esa tarde había cambiado toda mi vida.

Perfect © Julian DraxlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora