Camino despacio sumida en mis pensamientos. Alguien me empuja.
- ¡Anda más rápido, no tenemos todo el día!
Levanto la vista y veo a un hombre de aspecto enfadado, que se abre paso entre la multitud y entra primero en la central. Debe ser un oficial, son todos idiotas. Busco a mi madre con la mirada, pero no la distingo por encima de toda la multitud de cabezas rubias. En Thalis todos somos rubios. Despues de la llamada “Gran Guerra” nos separaron a todos por nuestro color de cabello, decían que éramos demasiado diferentes cómo para convivir. Yo la verdad es que no creo que el color de cabello delimite la personalidad de una persona. Mi tía, que tenía el cabello oscuro, fue a parar a Mureon. No he vuelto a saber nada de ella, aunque tampoco la recuerdo, yo era muy pequeña cuando todo ocurrió. Siempre he sentido curiosidad por la Gran Guerra, pero aquí, en Thalis, ese es tema tabú. Mis intentos fallidos de hace años de sonsacar información a mis padres han hecho que pierda las ganas de seguir intentándolo. Nunca me han contado nada. Debe vivirse bien aquí, no sé, no tengo con que compararlo, pero recuerdo aquella mujer, a la que un día pillaron tiñéndose el pelo. Eso me hace pensar que quería vivir en Thalis, aunque creo que fue porque toda su familia está aquí. Se la llevaron a rastras y nadie volvió a saber nada más de ella, supongo que la mataron. Después de la Gran Guerra confiscaron todos los tintes de pelo, o cualquier producto para el pelo fuera de lo normal. Ahora cada vez que se nos acaba el champú tenemos que ir a pedirlo a una oficina del ministerio, y así todos nos lavamos con el mismo y no hay posiblidad de fraude. Me acaricio el pelo con una mano, está hecho un asco y cada día me cuesta más peinármelo. Este champú me lo deja reseco, y no está permitido el uso de ningún tipo de crema suavizante. Así que decido hacerme una cola, como acabo haciendo cada día. Entro en la central y me coloco detrás de un gran cartel luminoso donde indica un número 13, donde y veo que ya hay una fila de personas, mis compañeros. Cada uno llevamos en el antebrazo tatuado a qué número pertenecemos. No sé qué criterio utilizan para clasificarnos, pero mi madre está en el 6, así que no debe ser por cuestiones familiares, quizá es de forma aleatoria. Tengo que parpadear unas cuantas veces. La escasa iluminación de la central hace que me piquen los ojos y se me enrojezcan. Solo llevo unos meses entrenándome, y aún no me acostumbro. Estoy bastante harta, y solo de pensar que aun me queda toda la vida por delante para seguir haciendo esto hace que se me remuevan las tripas. Podría haber elegido Política, como papá, pero elegí soldadía, como mamá. Eso no significa que vaya a ser soldado. Las personas que eligen soldadía, al final pueden acabar trabajando de panaderas, o vendedoras, o alguna otra cosa, ya que nuestra sociedad, para que funcione, también necesita agricultores, y ramaderos. La pesca es otro asunto. Una vez al mes vienen dos barcos pesqueros cargados hasta arriba de pescado, supuestamente fresco. Los ministros encargados de la alimentación guardan todo el pescado en sal, en el interior de unos grandes almacenes en las afueras de la ciuda, el hedor de pescado no es muy agradable, y se nos distribuye cada cuatro días para toda la família. El objetivo de Soldadía es que, si algun día estallara una guerra, se nos convocaría a todos los soldados para luchar. Creo que esa fue otra de las razones por las que elegí soldadía, porque si estallara la guerra no me gustaría tener que quedarme mirándola, querría actuar. Los de Política acaban dedicándose todos a algo relacionado con su trabajo, ya sea trabajando en el Ministerio, como organizando campañas. Yo sería incapaz de hacer eso, así que tengo que dar las gracias por estar aquí, por haber podido elegir. No todos tienen la misma suerte. Jake, por ejemplo, está haciendo política. Y creo que no hay nadie en el mundo con más habilidades para el combate que él. Pero su madre y su padre son dos cabezillas del ministerio, asi que no tu tuvo otra alternativa. Cuando no estamos convocados por nuestros respectivos Campos, así es como llaman a las dos facciones del gobierno, debe venir de “campo de combate”, o “campo de trabajo”, él me enseña conocimientos, ya que el colegio lo dejamos cuando ya tenemos unas bases mínimas de lectura y escritura, y solo los de política aprenden unos mínimos de história y matemáticas, y yo le enseño a combatir. Bueno, decir que lo enseño sería tirarme flores. Lo de combatir, él ya lo lleva en la sangre, así que, por las mañanas, que casi nunca nos convocan, cojemos la pistola de debajo del colchón de mi padre, él no sabe que yo sé que está allí y cómo no lo necesita no creo que nunca se de cuenta de que me lo llevo. Todas las personas de un grado importante del Ministerio tienen una, y mi padre es el encargado de asuntos exteriores. También cogemos unas espadas confeccionadas a mano, y nos entrenamos. No són realmente espadas, son dos trozos de madera con punta y un mango tallado a mano, pero a nosotros ya nos sirve. Tenemos también un par de cuchillos y una daga. Nos entrenamos en el campo de entrenamiento alejado del centro del pueblo. Antes se usaba mucho, pero desde que construyeron la nueva central, ha quedado en el olvido. Mejor, así nosotros no corremos peligro si lo usamos. Allí hay distintos tipos de blancos y dianas. Los blancos en movimiento, con formas de ciervos, pájaros y hasta personas, aunque estos nunca los usamos, están un poco oxidados por el paso del tiempo y el abandono de las instalaciones, pero con un poco de aceite de cocina ya van como nuevos. Más de una vez ha pasado algún hombre o mujer caminando cerca nuestro, acostumbran a ser granjeros que se establecen en las pequeñas granjas y casa de campo de las afueras, pero no hacemos daño a nadie entrenándonos, así que hacen la vista gorda. Una vez hasta pasó un Oficial, y miró para otro lado. Recuerdo con claridad dejar de respirar esos instantes, con el corazón latiéndome fuerte en el pecho y las pulsaciones en los oídos, y también recuerdo ver al soldado marchar y estallar en risas con Jake. La sensación de libertad de esas mañanas me acompaña siempre todo el día, y hace mi trabajo más llevadero. Sonrío. Nunca nada ni nadie podrá robarme eso.