La llegada al colegio

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El fuego es rodeado por todos los lados, el ardiente calor ya conseguía comenzar a asfixiarlos. Su poder estaba debilitado por el anterior combate y el poder que tenía ese hombre era demasiado para enfrentarlo en esos momentos.

El hombre era alto y corpulento su pelo de un tono naranja que se confundía con el fuego de su alrededor y a la vez contrastada con el frío gris de sus ojos penetrantes, y la horrible bestia que le acompañaba daba un miedo aún mayor, sus ojos blancos conseguían desgarrar el alma y las dos colas completas de aguijones dispuestos para atacar en cualquier momento eran suficiente para hacerle comprender que en ese preciso momento y con sus graves heridas sería incapaz de derrotarlo.

Así que hizo su última alternativa, decidió huir a lomos de su dragón "mago de ojos rojos". Yendo al único lugar que medianamente sabía que estaría seguro tanto para él como para su dragón. Y debía de llegar rápido ya que sus heridas lo estaban desangrando.

Llegó al día siguiente por la noche, viendo a lo lejos un enorme castillo rodeado de verdes prados con hermosos jardines y en la parte de atrás un frondoso bosque al llegar enseguida vio a un hombre ya entrado en años con un par de tricolores a sus lados. Pero en el momento de tomar tierra se desmayó cayendo en brazos del de cabello tricolor mayor.

Estos hombres la cogieron y se lo llevaron tanto a él come a su dragón que había menguado hasta el tamaño aproximado de un águila al interior del castillo para curarle las heridas que si no atendían harían que el joven falleciera por desangramiento.

En pocos días las heridas del joven se habían cerrado y ya comenzaban a curarse, cuando un pequeño tricolor entró en la habitación para cambiarle sus vendajes, notó que el joven en la cama se despertaba y se comenzaba a levantar de ella mirándolo fijamente.

- Hola, encantado de conocerte, soy Yugi el nieto del director – le sonrió cuando sintió un leve empujón que hizo ver al pequeño dragón que volaba en dirección a su amo – tu dragón no se ha movido ni un minuto de junto a ti, él en verdad es enorme. Nunca había visto un alma tan grande y que se pudiera alejar tanto de su cuerpo.

- Es porque tanto mi dragón como yo somos especiales – dijo con una sonrisa melancólica.

- Y tanto que lo sois ya que por lo visto vienes de una especie que se supone extinta desde hace unos años – dijo un tricolor mayor que entraba en la estancia viendo al tricolor menor cambiándole los vendajes mientras el dragón se encontraba apoyado en el brazo y su hombro de su amo y ambos parecían ya encontrarse mejor.

Miro hacía el muchacho que entraba en la habitación.

- El abuelo quiere verte – dijo serio al joven que acababa de entrar – quiere hablar contigo de tu estancia aquí.

- Entiendo – se levantó con el dragón en su hombro dirigiéndose al despacho.

Al entrar en el despacho vio sentado en el sillón de detrás de la mesa a un viejo que jugaba con un pequeño "exodio" del tamaño de un puño.

Cuando el viejo se dio cuenta de la presencia del joven lo miró inspeccionando tanto a él como a su extinto dragón.

- Vaya, vaya. De verdad que es increíble, pensé que las de tu especie ya se habían extinguido.

- Yo soy el último que queda.

- Y déjame adivinar... Eres perseguido por el "el cazador de almas" ese estúpido coleccionista que caza a los que están a punto de extinguirse. Y as venido aquí para buscar refugio.

- Así es. Podría quedarme aquí. Puedo ayudar a lo que sea, soy muy buen trabajador, y soy un auténtico experto en animales mitológicos.

- ¿Eres bueno en animales mitológicos? Con lo joven que eres.

- Pues... si... siempre se me dieron muy bien.

- Genial pues ya se lo que harás. A partir de mañana asistirás a la clase normal como cualquier estudiante pero como hace poco el profesor de animales mitológicos se jubiló, tú ocuparás su lugar.

El viejo puso cara de disgusto y frunció el entrecejo señalando que no le gustaba que le llamaran así.

- Joven Wheleer, por favor llámame Abuelo Motou. No me gusta que me llamen director.

El viejo y Joey rieron a carcajadas por la cariñosa actitud del Abuelo Motou.

- Pues entonces usted llámame Joey – dijo con simpatía el joven.

- Bien, entonces joven Joey compartirá un pequeño apartamento con un joven que también está en peligro de extinción, así que espero que se lleven bien – sonrió con picardía – mi nieto Yugi te acompañará hasta el apartamento.

- Entendido.

Cuando salió del despacho e iba a buscar a Yugi se lo encontró justo delante de la puerta, esperándole.

- Hola, otra vez – sonrió amigable mientras le enseñaba el camino – me alegro de que te quedes con nosotros.

- Gracias, yo también me alegro – miró alrededor del pequeño tricolor sin ver el alma del pequeño – Excúsame, pero... ¿dónde está tu alma? – dijo extrañado por no poder verla.

- Aquí – señaló su puntiagudo cabello que comenzó a moverse frenéticamente pro el centro dejando ver a un pequeño mago oscuro – jajaja como es tan pequeño, muchas veces se oculta en mi pelo.

- Vaya, increíble. Y dime... tu abuelo me dijo que compartiría apartamento, ¿cómo es mi compañero?

El pequeño le miró detenidamente y luego al dragón pero en ningún momento respondió. Caminaron en silencio hasta la habitación. La puerta era de madera clara con un cerrojo de plata. Yugi sacó de su bolsillo una llave también plateada con la que abrió la puerta dejándolo pasar. Dentro iban a dar a una pequeña salita muy iluminada en la que se encontraba un tabique de un metro de alto que la separaba de la cocina, la cuál era totalmente blanca. Los muebles de la salita eran de colores claros en tonos beis y las paredes de un color azul cielo. En la salita había 3 puertas de madera clara.

- Bueno, éste es el apartamento, como ves la cocina y la salita están conectadas, porque la cocina es muy pequeña. La puerta de la izquierda es la habitación de tu compañero, la del medio es el cuarto de baño y la puerta de la derecha es la de tu habitación. Te dejaré para que te acomodes y te duches, ¡¡nos vemos!!

Antes de que se despidiera, Yugi ya se había ido del apartamento, dejando la llave en la mesita de la entrada. Entró en la que a partir de ahora sería su habitación. Era grande con una cama en un lado, una alfombra negra y muy suave, una mesa bastante grande y un armario empotrado de espejos correderas en vez de una puerta en el que se encontraba ropa para él. Cuando se miró al espejo vio que su pelo estaba muy oscuro y su piel también, se fijó mejor y vio que tenía polvo de las cenizas por todo su cuerpo y decidió bañarse.

Entró en el baño y se dio una larga y relajada ducha dejando a su dragón en la salita acostando sobre el sofá relajándose a su manera. Después de salir de la bañera, se puso una toalla a la cintura y otra en su cabeza secando su pelo para dirigirse a la cocina. Buscó la leche en la nevera y se sirvió un gran vaso de ésta. Mientras se servía escuchó la entrada de alguien al apartamento y mandó a su dragón a ver quién era.

En la entrada se encontraba un joven de cuerpo escultural, sedoso cabello castaño y penetrantes ojos azules al igual que el blanco dragón que le acompañaba. Miraron el negro dragón que les observaba.

- "Dios, al final tengo un compañero, ese maldito director, juro que le mataría y ahora me trae un maldito, asqueroso, pesado y horrendo..." – Seto se quedó en blanco al ver a Joey salir de la cocina detrás del dragón.

El sedoso cabello rubio que resplandecía, los ojos mieles tan dulces e inocentes, la piel tan blanca y pura, su delgado cuerpo de aspecto delicado. Todo lo hacía ver como un ángel, todo su cuerpo era perfecto y delirante ante los ojos de la gente y más en esos momentos con su cabello aún goteando por tener el pelo mojado y las gotas que se deslizaban por su cuerpo lo hacían ver sumamente sensual.

-Hola, tu debes de ser Kaiba, ¿cierto? – se acercó con paso seguro y "sensual" extendiéndole la mano - ¡encantado! – sonrió amablemente.

En peligro de extinciónWhere stories live. Discover now