Capítulo 06

50 9 7
                                    

–¿Me bajas ya? –le pedí sin tacto.

–Lo siento –con delicadeza me dejo de nuevo con los pies sobre la tierra.

–¡Luis! –escuché a lo lejos la voz del señor Ortega y los pasos sobre pasto húmedo chocando contra las hojas secas.

–Estoy en las caballerizas –respondió al llamado -al poco rato visualice al padre de los hermanos.

–¿Qué hacen aquí? Tenemos que irnos ya ¿quieres venir? –se refirió a mi.

–¿A dónde irán? –pregunte algo confundida.

–Daremos un paseo en globo –estoy casi segura que mis ojos brillaron al pasar por mi mente la simple posibilidad de volver a llegar al cielo, pero mis esperanzas se derrumbaron al ver de nuevo a José Luis frente a mi.

–Ummm... No, tengo vértigo –dije sin pensar.

–Lo siento

–No se preocupe, yo quizá salga a conocer un poco los alrededores –sonreí.

–¿Segura?

–Por supuesto, además si no salgo dormiré un poco, no descanse muy bien anoche

–Esta bien, hijo –miró a José Luis –entonces te esperamos dentro, no tardes, tenemos que estar allá en veinte minutos –eso fue lo último que dijo para después regresar por dónde llegó.

–Bueno, como escuchaste tengo que irme ¿quieres que venir o no?

–Ya dije que no, le tengo miedo a las alturas

–Ustedes no le tienen miedo a las alturas, viven en lo alto ¿Qué no? –el término ustedes me heló la sangre.

–No, no sé de que hablas –me aleje de él y comencé a caminar en dirección a la casa.

–Desde que te conocí sabes de qué te hablo ¿por qué niegas todo? –me tomó del brazo y me hizo girar para quedar frente a él.

–Es que realmente no sé de que hablas –comenzaba a ponerme nerviosa, él tenía razón, desde que comenzó a decirme ese tipo de cosas tan raras me di cuenta que era uno de ellos, además al verlo a los ojos, su profundidad me sorprendió, esos hermosos ojos oscuros que me daban terror no eran de este mundo.

Los alados, somos llamados en tu mundo, solo te recuerdo –me soltó y camino tan rápido que a los pocos segundos desapareció de mi vista, yo, solo me quede pasmada, no quería reconocer lo que ya había estado sospechando.

Al poco rato, escuché la puerta principal y me decidí a subir a mi recámara, todo estaba en completa calma, cómo se notaba que ya nadie había dentro, me alegraba que José Luis no estuviera aquí, como una mosca sobre la comida.
Llegue a mi recámara y decidí darme un baño, busque algo de ropa en la pequeña maleta que Raúl había dejado desde que llegamos.

El agua que caía como cascada sobre mi cuerpo aun quemaba, no entendía como funcionaba el mecanismo de la regadera, pero como sea, solo me miré un segundo en el espejo y me envolví completamente en una toalla blanca que estaba sobre el tocador.

–¿Qué haces aquí? –lo cuestione al verlo sentado sobre el pequeño sofá al otro lado de la habitación –pensé que te habías ido 

–Todos se fueron, pero pensé que dejarte sola seria una grosería porque eres invitada de mi hermano, así que –alargó las últimas dos palabras –decidí hacerte compañía

–Si, no quería ir porque como dije antes me dan miedo las alturas –solté rápidamente tratando de evadir sus sospechas.

–A una ángel no le dan miedo las alturas, sería irónico –soltó una carcajada, esta vez no uso palabras raras, solo lo dijo, sin persuadir.

–¿Por qué insistes en qué soy un ángel? –había dejado de serlo hace ya tanto, además había venido aquí para olvidar el pasado ¿no?

–Porque lo eres y te lo puedo demostrar

–¿Ah si? –arquee una ceja, sabía que esa batalla la tenía ganada yo –¿Cómo?

–Así...

No estoy segura de qué fue lo que tomó entre sus manos pero sabía perfectamente que era algo que si me golpeaba podía hacerme mucho daño, sentí de nuevo esa especie de corriente que recorría todo mi cuerpo y gracias a mis rápidos reflejos evite el impacto de ese objeto.

–¿¡Qué te sucede?! –pregunté alterada.

–Te lo dije, o ¿hay una explicación razonable que deba saber para no asustarme del cambio de color en tus ojos? –sonrió victorioso.

–Okey ¿qué quieres de mi? ¿Qué eres? o más bien ¿quién eres? –dije esta vez retadora.

–Te quiero a ti y soy la persona que te rescato de morir en la soledad y en la oscuridad del frío bosque –se levantó del sofá y camino hacia mí.

–Está bien, hay que quitarnos las máscaras, si eres quién pienso ¿por qué fuiste capaz de hacerle eso a tu hermano?

–¿De qué hablas?

–Sabes perfectamente de qué hablo, convertirlo en uno de los de alas negras, sabes de qué hablo, el día del accidente, te vi y no estoy equivocada, ni loca, estoy seg ura que eras tú y ni te empeñes en mentir

–Porque se enamoro de ti, simple y sencillamente por eso, porque no soportaba que él te tuviera y yo no

–¿Qué? –me doy por vencida, no estoy entendiendo nada.

–¡Por favor! Yo soy perfecto, y mi hermano, mi hermano es solo un mortal, un simple humano ¿qué tiene él que no tenga yo?

Sin saber cómo, me había aprisionado entre la esquina de la pared y su cuerpo, lo tenía tan cerca que podía sentir su respiración sobre mi rostro, hicimos contacto visual y a los pocos segundos sentí sus labios sobre los míos, al principio me resistí pero poco a poco fui cediendo ante tal acción y terminé aceptando su beso; me sentí culpable por Raúl ¿pero éramos algo? No, jamás había aceptado que eramos algo, así que no sé si esto lo hice por mi o por despecho.

–Por favor vete –le pedí cuando pude pensar con claridad y el sentido común regresó a mi.

–¡Por favor! Sé que también me deseas como yo a ti –me tomó por el mentón y comenzó a besar mi cuello –dime ¿qué no has soñado o deseado estar con alguien como yo que sé como complacer a alguien como tú?

Amantes De La Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora