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Le dolía el pecho con ferocidad. Quería arrancarse los ojos y dárselos a comer a un perro callejero. Que le pasará un trailer por encima y por si fuera poco que llevará una carga de al menos dos toneladas de acero puro para asegurarse que realmente fuera a morir. Porque para su muy pero muy buena suerte lo más seguro es que viviría para continuar con la miseria que llamaba vida. Así es, ahí se encontraba, con su almuerzo en mano y los pies unidos al suelo pues no se podía mover siquiera del impacto. Daniel Sykes estaba besando a su amiga. No había nada malo en aquello, seguro, ella jamás le había confesado a nadie de su pequeña obsesión por él. Nadie sabía que durante las noches se ponía a mirar fotos que había guardado de él en su celular. Nadie sabía que se sabía su dirección, número de celular, color favorito, escuela a la que asistió de pequeño, ciudad nativa, nombre de sus padres, número de hermanos y hermanas, el nombre de su primer mascota, su comida preferida y por si acaso, el número de placas de cada uno de sus carros. Aunque claro, quien podía culparla, si tenía una fantástica habilidad que a la gente le gusta llamar memoria fotográfica que le ayudaba en todo. Especialmente en los difíciles exámenes del horroroso profesor de física que jamás para de hablar de sus problemas extra maritales. Aunque en ese momento hubiera deseado no tener ese maldito don, no podría borrar la imagen de Nora lanzándose a los brazos de su único amor en la vida. Sentía que se moría por dentro, ¿cómo se iba a recuperar de esto? El dolor de mil puñaladas o cólicos de menstruación eran nada comparado a su agonía.

-¿Te rompieron el corazón pequeña sanguijuela?

Ah sí. Lo había olvidado mencionar, Logan era la única persona habitante de esta tierra con tres neuronas y aparentemente dos funcionando que sabía de su secreto. Tal vez era por eso que no le importaba tanto tener que soportar las estupideces y burlas pesadas que le gastaba día a día. Aunque tendría que admitir que sin la presencia de Logan en su vida diaria tal vez en ese momento hubiera tomado unas tijeras para cortar una hoja blanca y accidentalmente terminar encajándolas en su aorta.
Seamos sinceros, no es que Sara Parker sea una completa inadaptada sin amigos, sino que es una inadaptada social con amigos. Un problema de mayor magnitud.

-Ya lo superé -murmuró sin ánimos y se giró para sentarse en una mesa.

Logan la siguió sonriente, demostrando su hermosa dentadura.

-¿En serio? ¿Y cuándo fue la última vez que le escribiste una carta?

Sí, eso también era vergonzoso. Le gustaba escribirle cartas con las anécdotas que se imaginaba que podrían ocurrir si tan solo él le amará con la intensidad que ella lo hacía. Pero vamos, aquel sentimiento no era recíproco.

-Logan... -él río, apoyando sus codos sobre la mesa y mirándola expectante- Está bien. Fue ayer durante una pequeñísima crisis que tuve, ¿Okay? Pero ya lo superé. ¿Ahora puedes dar por muerto este tema?

-Wow, Sara. Se nota que vienes fiera, te ha afectado la noticia de los nuevos novios, ¿eh?

La conversación murió cuando Nora se acercó a saltos de felicidad y con una cara de enamorada que ni el más amargado del mundo le podría quitar.

-¡Lo besé! ¿Viste Sara? -preguntó mientras tomaba asiento a un lado de ellos- Agh, ¿te puedes ir Logan? Esta plática es de mujeres.

El chico en la mesa río con fuerza, mientras se levantaba.

-La primera vez que un tío te besa y ya te crees mujer, niñata.

-Largo, Logan -reiteró Sara, con la cara más falsa que podía cubrir sus frágiles emociones platónicas.

-Tu y yo y tus cartitas de amor, saliendo de clases, creo que puedo soportar escucharlas -susurró Logan para que las palabras tan solo llegaran a sus oídos.

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⏰ Última actualización: Jun 17, 2017 ⏰

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