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Tus ojos me miran, con el mayor enigma reflejado en ellos. Tus manos me animan a levantarme, pero mis músculos no responden, un ruido ensordecedor proveniente de mi cabeza me hace imposible poder escuchar tus palabras, sé por el movimiento frenético de tus extremidades que algo grave pasa, te veo asustada, nerviosa. Tiras de mi y la desesperación cobra mayor fuerza, lucho con este cuerpo para poder moverme, para levantarme y salir de este lugar, correr juntos. Imposible, ¡¿Porqué no puedo moverme?!

Unas enormes garras se posan sobre tu cuerpo, gritas, pataleas, lloras y estiras tus pequeñas manos hacia mi. Como si yo pudiera hacer algo por ti, como si este cuerpo insulso me permitiera salvar tu vida. Cierro mis ojos con fuerza y me concentro en reunir todas mis energías e internar por lo menos gritar tu nombre; nada. ¡Maldita sea! ¿Que rayos pasa conmigo? Y tú, te haz ido ¿A dónde?, ¿Quién o qué te llevó?

Parece que lo único que puedo mover son mis ojos, así pues me dispongo a examinar el lugar. Estoy tirado en lo que parece ser un suelo rocoso, y alrededor se extiende un sinfín de tonalidades de rojo, veo lava por doquier surgir de varios volcanes activos y una vez más me pregunto: ¿Cómo llegamos aquí? El ultimo recuerdo viene a mi mente, como fragmentos de luz, en medio de esta tétrica oscuridad: primero la discusión en el auto, tus gritos, la lluvia volviendo la carretera peligrosa y resbaladiza, los faros de un enorme trailler que nos sacó con fuerza de la autopista y por ultimo un frió intenso. No hubo dolor, más bien fue una sensación de miedo y soledad como nunca antes experimente. Te vi arrastrarte por el suelo mojada, hasta llegar a mi lado y tomar mi mano, me sonreíste por una última vez. Pensé en lo tonto que fui en desperdiciar mi vida en la acumulación de bienes, en como te dejé meses enteros sola. También vino a mi mente esa primera persona que maté, en como me suplicaba por su vida y en como jale del gatillo sin miramientos.

Una fría lagrima recorre mi mejilla, sé que no merezco tu perdón, sé que debo pagar por todo el mal que hice en vida. Un tipo de capa negra se acerca de apoco a mi, de sus manos sobresalen unas enormes garras, la mayor parte de su rostro esta deforme por quemaduras, una hueca risa demoníaca escapa de sus retorcidos labios. Y de pronto te veo aparecer debajo de esa capucha o al menos lo que queda de ti, te acercas y sin titubeo clavas tus garras una y otra vez sobre mi pecho, como yo alguna vez lo hice con personas inocentes. El dolor es tan intenso que puedo sentir mis cuerdas vocales desgarrarse, aún, sin articular el menor ruido.

Ahora sé donde estoy, ahora que te veo loca de ira, poseída por alguna alma perturbada, sumida en un loca y merecida venganza hacia a mi, sé que estoy en el sitió que merezco, donde pertenezco; en el infierno.



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