Solo para los dos

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El tiempo transcurrió apacible, ya sea bailando o conversando casualmente con los otros dioses, era una velada tranquila, agradable. Bocadillos deliciosos eran dispuestos en las mesas y finas bebidas llevadas por los sirvientes.

Entrada la noche y aunque habían bailado ya varios temas en pareja, ambos volvían a la pista una vez más para platicar de trivialidades y disfrutar la compañía del otro, sin embargo y a pesar de encontrarse más que a gusto llevando al rubio quien dócilmente le seguía al ritmo de la música, Locura se encontraba algo intranquilo, esperaba algo. Para pedirlo había escapado un instante de la mesa con la tonta excusa de traer bebidas a sabiendas de que el rubio conocía muy bien que las evadía, a las tres copas caía dormido por ser un mal bebedor. Fue recibido de vuelta con una ceja elevada en interrogación sólo para dar una excusa tonta e incoherente.

Ahora que la canción por fin concluía, un corto silencio inundó el salón y con las primeras notas que tanto había aguardado el loco entrelazó los dedos con Sabiduría y se lo llevó presuroso y sin explicación hacia el jardín.

Llegaron pronto a un pequeño claro escondido, rodeado por diminutas flores blancas, allí se apreciaban mejor las estrellas y la brisa leve era tibia y dulce.

No estaban muy lejos del salón por lo que la música podía oírse aún, suave pero clara.

-Sólo una pieza más, ¿está bien?- pidió en voz baja el peliblanco y tomando al mayor por la cintura le acercó más a su cuerpo para rodearle con los brazos y conducirle en movimientos lentos y sinuosos.

Locura sonreía mansamente y no podía evitar sentirse embelesado por ese rostro que había observado tantas veces pero que parecía ver por primera vez ahora bajo la luz de la luna, sentía perderse en esos ojos dorados elevando con delicadeza una mano para acariciar la mejilla clara suavemente y suspirar.

La parsimonia de los movimientos le arrullaba, en su pecho la tibieza y el sosiego en la mirada. Al son de la música sus dedos grises se deslizaron de la mejilla a los cabellos rubios en la nuca de su compañero y delicadamente aproximó sus labios en el beso más dulce que jamás pensó dar.

Banquete de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora