Parte única.

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Hace mucho tiempo, cuando las leyendas aún no tenían nombre, surgió una historia sobre dos enamorados que por situaciones cualesquiera tuvieron que ser separados, el pastor Kengyuu y su amada la princesa Orihime.

Cuenta la historia, que ambos enamorados fueron separados por la fuerza y poder del Rey Celestial, quién al notar el descuido de ambos jóvenes en sus labores decidió que no deberían estar juntos. Lo que la historia no cuenta, es sobre aquellos guardianes quien en secreto por órdenes del mismo Rey cuidaba que los amantes pudiesen verse sin problema alguno.

Los guardianes constaban de poderes celestiales concedidos por el mismo Rey.

Uno de los guardianes era Nakomoto Yuta, un ángel guardián quien fue dispuesto a la vigía de la princesa, un ser amable y amoroso que servia al Rey y al amor. Cada año, cada séptimo día del séptimo mes, este joven acompañaba a la princesa desde las sombras al encuentro con su amado.

Como era de saber, los jóvenes amantes se encontraban en el río Amanogawa, un lugar hermoso cubierto de verde pasto y rodeado de un sinnúmero de hermosos árboles de cerezo, pero como era de hermoso, aquel riachuelo era profundo y peligroso, y carecía de un puente para unir ambos lados. El rey lo sabía y por eso había elegido aquel lugar, no era una persona malvada pero temía que su hija cayera nuevamente en la pereza por el contacto de aquel amor.

Aún así Yuta, usaba su poder para invocar a las urracas, aves de plumaje azul y negro, hermosas y sabias, para con ellas ayudar a que ambos amantes puedan estar juntos.

El segundo guardián era Ji Hansol, un silencioso y sigiloso guardián, él  acompañaba al pastor cada ocasión, su objetivo era observar cada detalle del encuentro, cada anomalía que se presentase, para luego ser reportado al Rey Celestial, su poder no tenía nada que ver con los animales, su don era más poderoso, tenía el control del agua, la movía a su antojo, pero este nunca utilizó su poder a favor de los amantes, el consideraba que no valía la pena romper las reglas, pero si se cuestionaba el Por qué Nakomoto lo hacía.

Un día de algún año, en el que los jóvenes se volverían a reunir, ambos guardines cumplían con su deber a distancia, como era tradición de aquellos tiempos, ambos vestían túnicas de hermosas telas, colores veraniegos y primaverales, haciendo juego en un solo encaje con una belleza pura, divinidad que hasta los propios dioses admirarían.

La túnica de Yuta tenía un exquisito color verde a destacar, como un camino cubierto de verdes y frescas hojas, mientras que Hansol le adornaba un color azul que podría dar a la impresión que se esta viendo el mismísimo océano.

Colocados uno de cada lado del río Amanogawa, ambos ángeles observaban a los enamorados, uno con mirada fría e inexpresiva y el otro con ternura, entendiendo en el amor de los jóvenes el suyo propio.

Hansol pensaba — ¿podría haber amor más tonto? — perder toda una vida solo por un momento, esclavizarse al trabajo para complacer a otros, dejando su amor para un solo día. Jamás entendería aquel amor, un amor tonto que solo hace feliz a otros.

Yuta por su lado, analizaba aquella situación, no decía nada, solo la admiraba, estaba sumergido en aquella belleza llamada amor, era como una pintura perfecta, dos jóvenes sobre un puente hecho de aves, rodeado por una lluvia de hermosas sakuras, ¿podría algún pintor pensar aquella imagen?, profundizó lentamente su respiración atrayendo por un descuido la atención de aquel que ocupaba el otro lado.

— ¿Porque le emociona tanto la imagen, Nakomoto? — cuestionó el rubio mientras se colocaba elegantemente sobre sus piernas en el verde y sereno pasto de aquel lugar.

— Pido disculpas Hansol, no era mi intención distraerle, pero ¿Cómo no hacerlo?, es un momento hermoso único cada año, ¿acaso a usted no le agrada? — sus palabras emanaban una paz y tranquilidad perfecta, desprendía un aura celestial imposible de odiar, un aura que solo se dejaba sentir.

Deseo❥YuSolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora