Le di la última calada al cigarrillo para luego tirarlo al piso y aplastarlo.
Han pasado tres jodidos años desde que cambio mi vida, y solo uno desde que me ''liberaron'' de la correccional.
Remarco el liberaron porque la familia de Ana nos ayudó a fugarnos. No fue algo muy difícil si tomamos en cuenta que el padre de Ana es el mayor narcotraficante del país.
Gracias a la amistad que formé con Ana, encontré en ella más que una amiga, una gran hermana; y su padre vio en mi otra hija. Lo cual agradezco, ya que mis verdaderos padres ni siquiera se dignaron a visitar a su hija menor en la cárcel.
¿Cómo ha sido mi vida desde entonces?
Soy la ''hija'' de un mafioso. Mi vida gira en torno al polvo blanco que tanto odiaba y que ahora me da la tan buena vida que llevo. No me quejo. Después de haber estado en esa celda por un año completo, esto es el jodido paraíso.
Aunque si antes tenía dudas de ser una asesina; ahora lo he confirmado con los millones de hombres y familias a las que he asesinado, después de todo. En este mundo, la ley del más fuerte siempre se ha hecho valer.
¿Qué esperaban de alguien que aprendió a sobrevivir gracias a los golpes?
Todos sabían que yo era la mejor en las carreras.
Era la mejor en lo que fuera.
Debía serlo.
Subí a mi auto y lo hice rugir.
Solté una sonrisa burlona al asustar a la gente que esperaba fuera de una tienda.
Sería un nuevo comienzo, aunque ya sabía las reglas del juego. Y siempre lo ganaba.
.-.-.-.-.-.-.-
-Sala 243- Toque a la puerta.
Los pasos del profesor eran rápidos pero seguros.
Cuando abrió la puerta, se dibujó una sonrisa en mi cara. Conocía a este tipo, Mathew Olsón, comprador compulsivo de ese polvo blanco que me hacía ganar tanta pasta.
El rostro del profesor palideció. Pero solo pase de él y me adentre en la clase.
Mire un puesto vacío al final de la sala. Sonreí para mí misma y caminé en silencio.
Los ojos de mis compañeros estaban fijos en mí.
No era de esperarse. Tenía el cabello negro como si fuera carbón puro y unos grandes ojos color miel.
Además de mi vestimenta con estilo rockero, que me hacía lucir como recién sacada de la cárcel. –Bueno, de ahí venia-.
El carraspeo del profesor me hizo volver a la realidad, después de todo, mi padre me había advertido que, si no terminaba la universidad, no podría manejar el negocio familiar.
Austin Dallas; jefe al mando de la mafia llamada ''De corazones'' en honor a la madre de Ana. La mayor mafia de todo el país (y de muchos otros).
-Creo que tenemos una nueva compañera- hablo Olsón –pero he visto que no tiene modales.
Las risas comenzaron a escucharse en el salón.
-Bien jugado Olsón- pensé.
Después de todo, yo solo era una estudiante y él era el jefe en este lugar.
En menos de cinco segundos estaba frente a la clase y analizaba cada rostro que veía. Vi a muchos chicos a los que Logan ha tatuado y muchos otros a los que les hemos vendido cosas.
Soy Dallas y solo eso deben saber –hable con voz firme- soy nueva, pero eso no quiere decir que deben saber todo de mí.
Hubo un momento de silencio, siempre era así, y me sentía cómoda al respecto. Jamás tuve amigos en clases y no necesitaba tenerlos ahora.
Camine en dirección a mi asiento cuando una voz detuvo mi paso.
¿y cómo debemos llamarte, genio? –deje de caminar y mire hacia la persona que había hablado- digo, no podemos ir por el mundo llamándote Dallas.
Cabello rojizo, gran cantidad de maquillaje y un atuendo provocativo. Si, esa era la definición de una perra.
Sonreí y por un segundo se pudo ver la malicia en mi rostro –tú- me detuve a mirarla- puedes llamarme Dallas.
Todo quedo en silencio nuevamente y procedí a sentarme.
Dos largas horas había durado la clase del profesor.
Dos largas horas en las que no hice nada más que dibujar bocetos en mi cuaderno de dibujo. -Próximos tatuajes para Logan- pensaba cuando la campana comenzó a sonar.
Después de eso, las clases habían pasado normales. Bueno, si normales es tener compañeros que parecen críos y no entienden los que es el espacio personal.
Ya estaba poniendo en marcha mi auto cuando escuche que alguien me llamaba.
Pero que caraj...-no pude terminar la frase ya que una muy enojada Ana me estaba golpeando en el hombro.
Dijiste que me esperarías Rosse- dijo está frunciendo el ceño- no es mi culpa que aquí los idiotas castiguen por golpear a alguien.
¿Golpeaste a alguien? –la mire con una ceja alzada- ¿El primer día?
No sé qué te sorprende, sabes que no soporto que me llamen güera –dijo arrugando la nariz- además ya estuve muchos años encerrada como para volver a estarlo.
En eso Ana tenia razón, ambas nos habíamos conocido en la cárcel cuando yo tenía 19 y Ana 18 años. Ambas por asesinato; solo que Ana si había disparado a su madrastra.
Y, por cierto, hoy tenemos una carrera –dijo mostrando los dientes- son quinientos de los grandes.
Entonces debemos ir por mi bebé –dije encendiendo el auto y dejando atrás el instituto.
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Expediente Dallas
Teen Fiction-Existe la teoría de que Dios creo a los ángeles en el cielo y a los demonios en el infierno; Y bueno, yo estoy en la tierra. Pero cariño, estas hablando con el mismísimo diablo.