Preámbulo El infierno que él mismo buscó

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El infierno era como una profunda fosa llena de lenguas de fuego y como marco macabro de fondo se escuchaban gritos aterradores, risas escalofriantes y sobre todo, lamentos. Solo una malla de cadenas ardientes evitaba que las almas cayeran al fuego y fueran consumidas, aunque si eso sucedía, al poco tiempo eran recuperadas solo para ser torturadas nuevamente.

Dean había soportado más de lo que se imaginó soportar. Cada día, su verdugo, un demonio particularmente sádico, llegaba a él y le ofrecía ocupar el lugar de algún demonio y torturar a una de las muchas almas que caían a cada segundo y así evitar ser torturado; pero cada día, Dean se negaba. Sin embargo, su convicción y fuerza de voluntad era mellado por el dolor y la agonía. Finalmente, Dean, sucumbió al dolor y desesperanza aceptando ser el verdugo cuando se lo volvió a preguntar.

Es así como él se convirtió en algo que juró nunca ser, en un ser despreciable que atormentó a miles de almas por el simple placer y satisfacción de no ser él quien fuera torturado hasta la locura. Y sí, lo disfrutó más de lo que jamás reconocería y eso para su desgracia evitaría ser perdonado, mucho menos salvado.

Al menos eso pensaba Dean.

Al menos eso pensaba Dean

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Destiel: SalvadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora