En ese momento me di cuenta que quizás los pocos momentos buenos eran un espejismo; un sueño; una sub realidad.
Vivía sabiendo sentir... o creyendo que sabía lo que sentía; creía vivirlo cuando era solo un producto de mi subconsciente, un escape de la realidad que me castigaba y frustraba.
Y aún sabiéndolo quería estar allí, quería estar con él, vivir esa vida. Donde el lujo, el dinero, lo material eran intrascendentes; donde lo único importante era sentirlo cerca.
La distancia no importaba; el momento de estar juntos escapando de la soledad... aunque fuese una última vez.
No fue lo más cobarde, créeme, no lo fue. Fue mi acto más consiente para empezar a vivir: vivir una realidad en la que soy de carne y hueso.
No puedes forzar mis sueños aunque esos espejismos fueran lo más cercano al deseo de volvernos a encontrar.