"...Un chico londinense, oh chico londinense.
Su ropa llamativa es su orgullo y alegría.
Un muchacho de Londres, un muchacho de Londres.
Crees que te has divertido mucho pero no tienes nada, estás en la carrera.
Ahora es demasiado tarde, porque estás ahí; lo has hecho con el resto de los juguetes.
Ahora deseas nunca haber dejado tu hogar.
Tienes lo que querías pero estás sólo; sólo con los chicos de Londres..."
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Júbilo. Eso era lo que recorría cada parte del cuerpo del rizado mientras sus orbes barrían con alborozo el paisaje de su amada Londres.
Había vuelto. El año de intercambio se había terminado y por fin había podido volver al lugar que lo vio nacer y convertirse en hombre. Lo había extrañado tanto.
El ambiente de New York era ajetreado, siempre tenía que andar con prisas ya que el trafico era una total catástrofe y siempre llegaba tarde a todas partes, por esa razón nunca adquirió un auto, ¿Quién necesita un auto en New York? El taxi amarillo siempre fue mucho mejor opción.
Fue difícil acostumbrarse al entorno neoyorquino, especialmente al clima, ya que a diferencia del Londinense —que suele ser frío, con precipitaciones durante todo el año— en New York suele ser bastante templado, sin duda la cercanía del mar ayuda a que los inviernos no sean demasiado fríos y los veranos no sean muy calurosos, eso si, la humedad hace que el frío se te meta en los huesos y los días de calor sean muy bochornosos. Otra de las cosas con las que tuvo complicaciones —además del horario por obvios motivos— fue tratar con las personas americanas. No tenían el mismo comportamiento que los Londinenses, muchos eran groseros y buscaban cualquier excusa para burlarse de ti, por razones como esas tuvo que estar a la defensiva por mucho tiempo hasta que logro hacer amigos, y se dio cuenta que no todos eran tan malos como parecían.
Sus primeros meses habían sido difíciles; no tenía a nadie que pudiese ayudarlo en una emergencia, no conocía la ciudad y tampoco sabía transportarse en ella. Muchas veces se arrepintió por huir a un lugar tan remoto de su ciudad. Si, huir. Eso era justo lo que había hecho. Había huido como un cobarde de la comodidad de su hogar por no sentirse lo suficiente valiente como para enfrentar la realidad. Le habían engañado, lo habían traicionado como tantas otras veces lo hicieron y siguió doliendo igual que la primera vez, pero era un hombre maduro ahora y debería haber sabido que todo dolor en algún momento se va; el dolor se extingue al igual que los sentimientos hacia las personas. Eso por supuesto no quiere decir que te olvides de ellas, o de todas las cosas que viviste a su lado. No, simplemente te olvidas del dolor, porque te das cuenta que hay mucho más en la vida que un romance fallido, o tres, ¿Quién los cuenta?
Después de un vuelo de diecisiete horas, lo último que Harry quería era sentarse, sin embargo, había decidido tomar un tren en Piccadilly line con dirección a Paddington —el barrio de la ciudad en la que él vivía con sus amigos— desde el aeropuerto Heathrow. No había informado a ninguno de los chicos de su regreso así que estaba ansioso por llegar y darles la sorpresa. Las llaves de la casa pesaban en el bolsillo de su gabardina negra, sentía la ansiedad en el pecho recorriéndole y llegando hasta las yemas punzantes de sus dedos.
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Bad Reputation || Larry Stylinson ↫
FanfictionCuando Harry Styles volvió de su temporada de vacaciones en América, no creyó que hubiese ocurrido un cambio particularmente grande en su hogar. Y no lo hubo, no uno que él pudiera considerar importante por lo menos, o eso creyó hasta que escuchó la...