Capítulo 2

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Era un sábado del séptimo mes del año, Chile caminaba por su capital bien abrigado, saludando a su gente, y de vez en cuando quedarse a conversar con alguno de ellos. Si había algo que le encantaba a Manuel, era poder conversar junto a su pueblo, aunque creo que es algo que a casi todas las naciones les gusta, después de todo es esa gente es la que lo tenían ahí parado, y ahora tiempo después de lo ocurrido con los incendios, lo que más necesitaba era eso, estar con ellos, sentir que estén bien.

En otro lugar, estaba nuestro pequeño Julio Paz, bajando del avión en el aeropuerto de Santiago, teniendo que pasar por un montón de seguridad, a tal punto que no le dejaron salir hasta que le revisaron hasta el último cabello. En ese momento Bolivia maldijo internamente a Chile.

Tomó un taxi al centro de la ciudad, en el camino se colocó cuanta ropa fuera necesaria como para no ser reconocido por nadie, bufanda por aquí, gorrito por allá; era como una pequeña bolita de ropa andante. Se bajó frente al costanera center, y con suerte no vería a alguien suicidarse aquel día.

Distinguió a lo lejos una figura familiar, bastante parecida a Manuel, caminó a él y le tocó el hombro.

-¿¡Qué!?- El chico se volteó, no era Manuel.

-Lo siento.

-¡Tú! ¡Me tocaste! ¡Te voy a matar! ¡Te voy a destruir! ¡Te voy a cortar el pi...!- Antes de que terminara de oír lo que el tipo estaba gritando, el boliviano sintió como alguien le tomaba por atrás y lo cargaba en brazos, echándose a correr en un instante.

-¡Manuel!

Julio sabia exactamente quien lo estaba cargando, y es que era casi una tradición que cada vez que venía a este país, ser secuestrado por su representante. Aunque se dejó, se ahorraba un largo camino a pie, y aprovechaba de molestar un poco a Chile.

-Señor Chile, no puede ser que haya secuestrado de esta manera al representante de Bolivia- Dramatizó.

-Pues va a tener que disculparme, mi estimado Bolivia, pero me temo que debemos resolver algunos asuntos políticos- Manuel se detiene frente a un café, baja a Julio y lo guía a una mesa, donde se sientan a conversar.

-¿Y que sería lo que le mantiene preocupado?

-Me han comentado que nuestra relación actualmente no es muy buena, y que por nuestro bien deberíamos mejorarla. Me queridísimo amigo Uruguay me ha sugerido que lleguemos a un acuerdo mutuo en el que ambos saliésemos beneficiados.

-Le escucho atentamente.

-Mi propuesta es darles todas las libertades a su gente en el norte, darles trabajo, no tener que pagar impuestos chilenos, pero el mar sigue na nombre de Chile.

-No me parece.

-Bueno, se hizo lo que pudo- Manuel volvió a hablar normalmente.

-¿Sabes? La mayoría de mi gente ya no le importa el tema del mar, es en realidad el presidente quien sigue con esto*

-¿De verdad?

-Sí, yo ya me rendí de esto hace mucho.

-Bueno, entonces...- El más alto se paró y fue donde el boliviano, tomándolo entre su brazos y apretarlo contra si- ¿Que tal si dejamos a Chile y Bolivia de lado y tan solo somos Julio y Manuel?

-¡Manuel nos van a ver! Me niego a que sepan que salgo con un idiota, vamos a otro lugar- Se soltó bruscamente de los brazos del chileno.

-Me encanta como me tratas tan amorosamente- Dijo sarcástico.

Chile comenzó a caminar a su casa a paso rápido, siendo seguido por Bolivia, que venía algo complicado.

-Camina rápido enano.

-¡Somos casi del mismo porte!- protestó.

-Claro, como yo mido 1.70 y tú 1.60, esos 10 centímetros de diferencia no son nada.

A Julio le enfadaba demasiado cuando le recordaban su estatura y le llamaban enano, se cruzó de brazos y miró hacia otro lado. Manuel iba divertidísimo.

-¿Te enojaste?

-¡No!

Llegando a su destino, Manuel pidió a su acompañante que le esperara en la puerta mientras el entraba a buscar algunas cosas. Julio ni se molestó en mirarle.

Al rato, salió con un montón de maletas, algunas con ropa de él y otras con ropa de su pareja.

-¿Y que carajo traes ahí?

-Ropa tuya.

-¿Cómo?

-Te sorprenderiai' con la cantidad de ropa que dejai' tira' en mi casa.

-¿Y sería para?

-Sorpresa, ahora sube a mi auto.

Julio alzó una ceja, Manuel estaba extraño, algo planeaba. Obediente entró al auto, sentandose en el asiento de copiloto. Miro a su vecino del sur, que estaba en la parte de atrás haciendo malabares para meter todas las maletas en el maletero, y que se quedaran dentro.

-Chilenos- Pensó.

El viaje duró aproximadamente cuatro horas, ya daban las ocho y el sol ya estaba escondiéndose. En el camino logró divisar bastantes arboles quemados, era un paisaje realmente triste. El boliviano miró con lastima a su novio, imaginándose todas las cicatrices que debieron quedar en su cuerpo.

Miró hacia adelante, había un letrero.

-¿Quillón?

-Exacto, es un pueblo bastante tranquilo, tengo una casa junto a la laguna.

-¿La gente de aquí es discreta?

-De la octava región no sale- Bromeó.

-Ja. Ja. ¿Sabes que si nos descubren nos meteremos en problemas?

-Llevamos casi veinte años años saliendo a escondidas y aún nadie se ha enterado, despreocupate un poco.

-Claro, y si por alguna razón nos llegasen a descubrir serías el primero a ponerse a chillar y decir que no es cierto.

-¡Eso no es cierto!- Chilló.

-Así mismo...

Manuel se adentró en la zona residencial a un lado de la laguna, dirigiendose a su casita.

-Llegamos.

-Esto me parece muy sospechoso, chilenito, ¿Desde cuando eres de sorpresas y tan amoroso?

-¿Qué dices? Si yo soy un amor- Dramatizó.

-Además que no has usado casi nada tus modismos.

-¿Quieres que los use?

-No, no quiero que hables como mongol.

Julio le lazó un besito a Manuel y se bajó del auto.

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*La mayoria de los bolivianos que he conversado me han comentado que el tema del mar casi no les interesa.
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Well... Aki sta el kap xdxdxd.

Creo que me demoré un poquito en actualizar (?)

No me peguen ;-;

De peleas e insultos [ChiBol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora