Esta historia ocurrió hace años, muchos, demasiados, hace tantos que si esta historia no fuera de las de recordar no me acordaría, y esta es la prueba.
Llegamos a la isla en busca de un tesoro, lo recuerdo como si fuera ayer. Era una tarde de mayo y nos llegó una carta anónima, al principio pensábamos que se trataba de una broma, pues tal majestuosidad no se hallaba en cualquier sitio, pero bueno, ¡ que perdíamos por intentarlo !
Después fuimos a la isla, estábamos en el puerto, y se nos acercó un señor preguntándonos si queríamos ir en su barca, una barca perfectamente diseñada para montar, poseía unos radares específicos que detectaban los impedimentos, una pequeña pantalla en la que había dibujitos mostrando el tiempo que iba a hacer; cuando nos la enseñó no tuvimos ninguna duda, montaríamos en ella.
Al rato llegó una tormenta por los fríos vientos del norte que volcó la barca, como la barca era último modelo equipado con alta tecnología, nosotros ya sabíamos que eso pasaría, y cuando ocurrió ya estábamos con los chalecos salvavidas montados en el bote, excepto Paco que era mas fornido y no le cogía bien.
En la barca nos acompañaban una familia americana, era una familia numerosa que tenia tres hijos rubios, sí, como en las películas.
Samuel intentaba consolar a Miriam, la cuál era muy miedica. Aquella noche fue dura, pues hacía frío y estábamos espachurrados los unos con los otros, algunos empezaban a perder las esperanzas, pero yo seguía tan optimista pensando que nos salvaríamos y encontraríamos el tesoro del que hablaba la carta.
Y, bueno lo último que recuerdo fue a Miriam gritando y mucha mucha agua, el bote se pinchó, todos nos asustamos, pero luego nos dimos cuenta de que estábamos cerca de la orilla y se había pinchado con un saliente, así que al momento echamos a nadar.
Todos corrimos a pisar tierra firme, nos pusimos contentos por seguir todos juntos a salvo, pero la alegría se nos quitó al descubrir que estábamos en una isla, rodeados de agua, sin escapatoria, y solos, o eso creíamos.
Al principio todos se pusieron a buscar comida, algunos traían cocos, otros plátanos y poco más, Carlos se puso a calcular las coordenadas para ver si estábamos en la isla de la carta, aunque eso ahora era lo que menos me preocupaba, y si que lo estábamos, la tormenta nos llevo justo a nuestro destino solo había un fallo no sabíamos como salir de allí. Cuando ya llevábamos unos 5 días en la isla, la soledad nos consumía poco a poco, Inés le puso cara a un coco con barro y le puso nombre para no sentirse sola. Miriam fue como un brillo de luz en la oscuridad y empezó a ser optimista, justo cuando la necesitábamos ella se hizo grande.
Y yo, bueno yo perdía el tiempo escribiendo este diario, esta fue mi forma de mantenerme ocupada para no pensarlo demasiado.
Un rato después escuchamos el grito de Inés que volvió acompañado por un señor de unos 30 años, que nos miraba con sus ojos verdes abiertos como platos, sorprendidos por ver a gente normal, tenía una mirada animal y me daba la impresión de que llevaba mucho tiempo allí; tenía las orejas afiladas como si fuera un pequeño elfo, la boca casi no se le veía porque estaba cubierta por su imensa barba gris.
Nos miró y se echó a llorar, después nos contó su historia, y al haberla oído ninguno nos extrañábamos de que llorase, menos aún después de que nos contara su historia, "estaba loca y perdidamente enamorado de Ángela, una chica a la cual conoció en un ascensor, y desde aquel día nada para él volvió a ser lo mismo, después de 2 años decidieron casarse con tan solo 21 años, cuando los padres de él se enteraron se pusieron en contra, pero el la amaba demasiado y escapó con ella, se casaron en una pequeña iglesia de pueblo, sabiendo que si hacia eso jamás volvería a hablar con sus padres.
Estuvieron dos días casados, los mejores dos días de sus vidas, pero cuando se disponían a ir a su viaje de novios, el avión tuvo una avería y cayó, ellos por suerte tenían chalecos, y tenían la esperanza de mantenerse unidos, no se separaron ni un solo segundo, se mantenían apoyados en un trozo de la estructura del avión, el estaba en el borde, intentando calentarla, ella intentaba esconder su miedo, " vamos, pequeña ya queda poco, mañana estaremos sentados en el sofá al lado de la chimenea y tu te reirás y yo te diré deja de sonreir me estas enamorando" le decía el. Pero ya era muy tarde, ella cerró los ojos y dejó de respirar, él le apretó la mano con fuerza y se puso a cantarle su canción favorita, despacio pues no tenía fuerzas para más.
A la mañana siguiente el despertó en una isla, sin ella."
Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que sí habíamos encontrado el tesoro y era el mejor tesoro de todos: estar todos juntos y a salvo, y, lo que nadie sabía era que yo luego escribiría esta historia y me forraría.
Al rato hicimos un fuego y nos encontraron barcos que habían mandado a buscarnos, montamos en ellos y nos fuimos.