Capítulo 1

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Extracto 5

"Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero no podemos encenderlos solos. Necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una explosión para revivirla. Cada persona tiene que descubrir que disparará a esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre el alma. Ese fuego en resumen, es un alimento. Si uno no averigua el tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno sólo de los fósforos se encenderá nunca"

"Como agua para chocolate" - Laura Esquivel.

Pero de esta teoría ha pasado algo de tiempo, mi abuela Rosa hace tiempo que se fue a su eterno descanso, mis padres demasiado ocupados y mi hermana mayor a punto de terminar la universidad hace tiempo que dejo de jugar a mi lado, pero no es que h...

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Pero de esta teoría ha pasado algo de tiempo, mi abuela Rosa hace tiempo que se fue a su eterno descanso, mis padres demasiado ocupados y mi hermana mayor a punto de terminar la universidad hace tiempo que dejo de jugar a mi lado, pero no es que haga falta, hace tiempo que deje los juegos infantiles, hoy es el día de mi graduación y ni siquiera eso me entusiasma. Me dejo caer boca arriba sobre mi cama dando un largo suspiro. Supongo que mis fósforos se humedecieron hace tiempo atrás.

- Hermano – Elena sacándome de mis pensamientos.

- ¿no te enseñaron a tocar la puerta? – me levanto encendiendo algo de música clásica, pero eso no detiene a mi hermana sentándose frente a mi escritorio, se cruza de piernas mostrando su sonrisa angelical al mismo tiempo que hace su larga cabella azabache hacia atrás.

- Supe que saliste con la mejor calificación. Felicidades Hermanito

- Vamos, tus notas fueron mejores a mi edad – me recargué en la pared.

- Así no encontraras pareja ¿Qué te pondrás para el baile? –

- No iré

- Tienes que ir, nuestros padres salieron a una conferencia fuera de la ciudad, regresan mañana por la tarde – se levantó directo a mi clóset

- Elena, deja eso –

- Pronto cumplirás la mayoría edad debes de aprovechar, no puedes estar encerrado todo el tiempo en tus libros

- Eso no es tu importancia

- Lo es – dio unos pasos a mi viéndome fijamente con esos grandes ojos de un verde oscuro – alístate – y sin más que decir salió de la habitación.

- No iré – pero la puerta ya se había cerrado. Me tire nuevamente a la cama.

Ya había pasado parte de la tarde cuando tocan la puerta. Me levanto para abrir esperando encontrar a Elena.

- Erick, qué bueno que estas despierto –

- Luis ¿Qué haces aquí? –

- Tu hermana dijo que podía pasar, tan hermosa como siempre

- Oh, cállate

- Entonces no iras a la fiesta de graduación, sabes que te coronaran rey.

- ¿Qué importancia tiene eso?

- En serio, amigo hace tiempo que dejaste de ser aquel chico tierno y amable, eres todo una máscara

- Nadie te retiene aquí, eres libre de irte

- ¿Ves?, a eso me refiero – Luis froto su cabellera castaña claro – vamos a la sala, doña lupita nos preparó algo de café y galletas

Luis se llevó casi arrastras a Erick a la sala, no tuvo más remedio que dejarse caer en uno de los sillones. Elena paso con un vestido de verano y zapatillas de tacón bajo, se despidió de lejos y salió.

- Deja de babear Luis

- Vamos, que tú tampoco te quedas atrás

- ¿De qué hablas?

- Erick, debes de dejar esa actitud atrás, son nuestras últimas vacaciones como adolescentes, ¿Cómo te volviste tan amargado?

- Supongo que mi caja de fósforos ha sido humedecido

- Déjate de tonterías, date un baño y ponte lo que te dé la gana, Lina y yo pasaremos por ti a las ocho de la noche – Luis le dio el ultimo sorbo a su café, tomo un puñado de galletas y se marchó.

La casa es demasiado silenciosa, doña Lupita se había marchado a su casa, no vendría hasta un par de días, su hermana no había regresado desde que salió en la tarde, y lo más seguro que no regrese hasta altas horas de la noche, para ella todo era diversión cuando no estaba estudiando. Dejo las tazas en el lavaplatos y subió a su habitación sentándose frente a su escritorio, la mayoría de los libros habían sido regalo de su abuela, abrió la cortina de su ventana, aún quedaban rayos del sol en el atardecer rojo naranja, su cabello negro cuervo se movió con el viento que entro al abrir la ventana. Tomo aire cerrando sus ojos azul verde lago, color que había heredado de su abuela, pero a diferencia de ella, ya no se sentía vivo, tenía que hacer algo, eso de estar fingiendo sonrisas y amabilidad lo estaba cansando, pero pronto se iría a la gran ciudad a la facultad de medicina para seguir los pasos de sus padres y hacerse cargo del hospital. 

 

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