~Prólogo~

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Antes de todo, si lo he quitado todo y voy a volver a empezar la historia bien.

¿Y por qué? Por que lo Yolo.

Los personajes van a ser los mismos pero el rumbo no, por lo tanto, olvidar todo lo que habéis leído.
Disculpen y gracias.
Ahora si, empecemos...

ADVERTENCIA
Las palabras en negrita son importantes de recordar.

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"El avión destino a Madrid despegará en veinte minutos".
El corazón se me aceleró más de lo que estaba.
"Bruno, ¿dónde estás?".
—¡Maya!
Oía las voces de mis padres llamándome.
—Tiene que venir…
Dije en voz alta.
—¡Maya, va a despegar pronto el avión y tenemos que entrar!

La voz de mi madre se me hacía cada vez más difusa a medida que pasaban los segundos.
—No me asustes Bruno, en nuestra despedida no.
Susurré mientras golpeaba intranquila el asa de mi maleta.

De repente, una mano agarró con fuerza mi antebrazo.
Me di la vuelta con las lágrimas ya existentes en mi cara.
Era mi padre.
—¡Te estamos llamando! ¿Qué esperas tant…?—. Su agarré se volvió más delicado.— ¿Por qué lloras? ¿T-Te ha ocurrido algo? ¿Te encuentras mal?
—M-Me lo había prometido.
—¿Qué? ¿Quién?
—¡Me había prometido que vendría!
—Hija…
—¡No está aquí papá!
—¿Q-Quién no está aquí? A ver, tranquilízate un poco, ¿vale? Éstas temblando.
—B-Bruno…
Mi padre torció el gesto confuso.
—¿El de las gafas redondas?
—Si…
—¡Ay! Creía que era otra cosa… Me habías asustado—. Tiró de mí— Vamos que tu madre nos espera.

Me fui para atrás negando con la cabeza.
—¡No! Tengo que esperar.
—Maya, no seas inmadura.
—Pero papá, ¡es nuestra última despedida! ¡Me prometió que vendría!

Papá sacudió la cabeza antes de decir con un tono serio y fúnebre.
—Si no ha venido ya, es por que no va a venir.
Con un tirón me fue llevando a la par que esquivaba a la gente del aeropuerto.
—¡Papá, para! Bruno siempre cumple sus promesas. ¡Vendrá! Solo que se está retrasando un poco.

Mi padre se quedó en seco y lentamente se dio la vuelta.
—¿Le conoces lo suficiente para saberlo?
—¡Sí!
—Si no recuerdo mal dices que te prometió que vendría

Sabía hacia donde quería llegar mi padre, y no me gustaba nada.
—Si…
—¿Le ves por algún lado?
—¡Papá!
—Responde.
—No…
—Tienes diecisiete años, no se cuando vas a aprender que las palabras no sirven de nada si no te las demuestran con acciones.
Mi padre respiró con firmeza a la vez que me daba la espalda.
—Y en cuanto a lo que le "conoces", no es tanto así cuando no te esperabas la posibilidad de que no se despidiese de ti.

Me quedé helada ante la franqueza y frialdad con la que habló mi padre.
Sin embargo, no podía llevarle la contraria.

Si Bruno no estaba aquí como prometió es porque no le importaba como yo creía.

—Maya…
Papá ya no me agarraba del brazo, si no de la mano.
—Vámonos de este sitio. Cada vez me gusta menos la decisión de tu tía de venirse a vivir aquí.
Eso último lo digo en un susurro.
A pesar de tener un nudo en la garganta dije con decisión:
—Rumbo a Madrid.
Mi padre me miró con una sonrisa.
—Nunca he deseado tanto llegar a casa antes.
No le pude ni responder ni devolverle la sonrisa. Ni siquiera mirarle.
Las inmensas ganas de llorar me lo impedía.

                                  ⚓

                                   

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