Un cliché.

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Lunes, a unos 14ªC, una fría tarde por las calles de Asunción, el ocaso estaba en su máximo esplendor, cuando una banda de niños con granos, iban rumbo a las avenidas, entre gritos y cotilleo de lo que había dejado la jornada. Y ahí estaba yo, luego de unos diligencias, esperando el ómnibus, siendo un observador, como excluido de la escena, observando a todos sin ser observado.

Unos  minutos después, divisé a la última de las aprendices, caminado con un sosiego impresionante, ignorando totalmente la sonoridad de la urbanidad, escuchando quizás la mejor selección de ritmos latinos, un mechón de frente a oreja, piel no caucásica,y así iba ella caminando con un rostro que poco a poco iba cambiando, aquel rostro de serenidad de hace unos metros, se transformó en una representación gráfica de nerviosismo y ansiedad, como si de la exposición de un trabajo se tratara, no entendía el porqué, de tan drástico cambio; hasta llegar a la esquina, donde lo esperaba él, su galanteador, el cual al juzgar por la apariencia denotaba que ya había superado hacía un lustro épocas de acné y voces rechinantes, aquella chica recorrido los últimos metros fue recibida con un apretujado y cálido, como si de la mas apesadumbrada historia de amor se tratara, como una de las tantas de Sabina. Y así transcurrieron los minutos posteriores entre conversa y caricias de palmas, ella con esos hoyos casi como agujeros negros, los que uno no sabe a donde te llevaran, haciendo de telón a su espléndida sonrisa que con matices de ocaso, por cuestiones de refracción reflejaban y deslumbraban el rostro de el,  pasaron para el resto del mundo habían pasado 5 minutos, y llego la hora de marcharse, como al principio la despidió con un abrazo hasta asfixiante, como esas películas en las que el va a la guerra, acto seguido el de un brinco subió a lo que para ella era una harley davidson, con un leopardo cruzando a lo largo del tanque, una edición limitada tal vez, y asi se alejó realizando adelantamientos bruscos, cual ghost rider, ella permaneció allí hasta verlo desaparecer entre el calor del asfalto y el horizonte ante la puesta del sol.

Ella volvió a su mundo, 4 o 5 canciones después, había vuelto a sintonizar aquellos latinos, esta vez con una sonrisa celestial, entre apuros, pues sabía que iba tarde, se alejo.

Y ahí quede yo, conmovido al observar tal escena de amor hormonal, que me dejo pensando y analizando hasta kilometros despues, para luego de unas semanas, exactamente un domingo por la tarde, clima nublado y los mejores álbumes de Charly, escribir esto.

                                                                                                           Mauricio Lejarraga

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⏰ Última actualización: Apr 30, 2017 ⏰

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