Los sucesos ocurridos el 31 de marzo del 2017 fueron el resultado de una cadena de eventos que data desde 1989, y con el tiempo solo empeorara.
Luego de que el país se librara de una dictadura de treinta y cinco años una nueva constitución fue redactada. En esta prohibía la reelección de un presidente, luego de haber visto los estragos sociales causados. El país aprendió el valor de su libertad, una vez que esta se les fue arrebatada, y en orden de evitar que esto vuelva a suceder cambiaron las leyes para bien.
En 1999 sucede lo conocido como Marzo Paraguayo. Esos hechos dejan una gran cicatriz en nuestro pueblo. Luego del asesinato del vice-presidente Argaña en la fecha 23, manifestaciones fueron llevadas a cabo gracias a este magnicidio. Siete manifestantes fueron muertos, lo cual causo la renuncia del presidente Cubas.
La historia paraguaya continua con este amargo recuerdo.
Desde hace meses la palabra reelección se encuentra en la boca de cada paraguayo. En el 2016 un proyecto de enmienda fue tratado el 25 del mes de agosto. En esta reunión este fue rechazado, de esta manera, no permitiendo su discusión por un año
De la manera que Horacio Cartes y Fernando Lugo manejaban las cosas, el desastre se veía venir. Es más, se puede incluso recordar el artículo del diario ABC titulado con una metáfora la cual se ha vuelto realidad, "Van a incendiar el país", escrito el 05 de diciembre del 2016.
El tiempo pasó y nuestra situación política tan solo fue empeorando, hasta que finalmente el golpe comenzó, en la anterior semana, cuando un cuando un senador, que es tercero en el escalafón, se auto-proclama presidente del Congreso, para cambiar todas las reglas del juego.
Tratan la reelección, un movimiento inconstitucional por el hecho de que el periodo de tiempo que debía transcurrir hasta que este tema fuera tratado nuevamente aún no se había cumplido.
Finalmente veinticinco títeres sesionaron a puertas cerradas para modificar los reglamentos internos de la Cámara de Senadores, pese a que el presidente del Congreso no convocó a ninguna sesión extraordinaria. Estos sucesos del pasado martes fueron un atropello al pueblo, y este no se vería callado.
El 31 de marzo los ciudadanos se presentan a una manifestación, la cual originalmente fue conocida como pacífica. Las cosas comenzaron a salirse de las manos y los antimotines dispararon contra la multitud, utilizando balines de goma. Seis de los manifestantes se encontraron gravemente heridos por estos. Los títulos ya eran conocidos como el "Marzo paraguayo de Cartes y Lugo"
Lanzaban contenedores de basura en llamas contra los antimotines y estos respondían con mangueras a presión. Entonando el himno nacional pidieron justicia pero no fueron escuchados. Las cosas no tardaron en salirse completamente de control. Los manifestantes indignados comenzaron a atacar las patrulleras, destrozándolas y pronto fueron por el congreso.
Las calles del centro de Asunción pronto se convirtieron en un campo de guerra reinado por la anarquía. Mientras lanzaban discursos e inauguraban una placa, con bailes típicos, para el nuevo superviaducto en Luque, la capital el pueblo había tomado el control.
Los manifestantes se encontraban frente al edificio del congreso, exigiendo que su constitución sea respetada. Sus palabras resonaron en el vacío y ellos fueron a las armas. Con pedazos de vereda en mano atacaron a los policías. Estos respondieron e hicieron frente hasta que se vieron obligados a retirarse al verse violentados por las conocidas bombitas tres por tres y doce por uno, las cuales hasta el momento solo estaban siendo usadas para romper el silencio.
Ni el gas pimienta ni la policía montada detuvieron al pueblo. Estos entraron rompiendo los vidrios con rocas y señales de tránsito. Una vez dentro destrozaron todo a su paso, robando también las computadoras y televisores. Pronto el fuego inicio en una habitación y se esparció por la planta baja. Nuestros compatriotas se reusaron a ir, entonando como himno la canción patria querida frente al congreso en llamas.
La policía respondió, y se llevó a los manifestantes lejos. Los cazaron como a ratas, entrando en locales comerciales y llevándoselos por la fuerza. Con estos métodos capturaron a 211 de ellos y mataron a un joven.
Esta muerte fue una que podría haber sido evitada fácilmente si es que el policía revisaba su pistola para ver si las municiones eran realmente de goma. A este servidor de la Ley se le fue entregada un arma, y él fue a hacer uso de esta sin más. Pero en este momento nos debemos preguntar algo. ¿Quién cargo las pistolas? ¿Sabotearon a un policía para de esa forma tener un héroe caído?
Ahora el país es reconocido mundialmente por estos hechos, y es una reputación con la que viviremos para siempre. La noche del 31 de marzo será recordada por todos nosotros y escrita en los libros de historia como la noche que el pueblo incendio el congreso.
Es una vergüenza total el hecho que lleguemos a esto. Que debamos manifestarnos por nuestros derechos ya es una señal que está mal, pero el hecho que se deba incendiar un edificio para ser escuchados... no tiene palabras.
Mientras que el congreso ardía en el resto de la capital anarquista aprovecharon el momento para atacar comercios y hogares, robando y destruyendo todo a su paso.
Lo más doloroso de todo es el hecho que el nuestro presidente, quien lucha tanto por ser reelegido, no haya dado la cara en ningún momento. Horas después del golpe público en su twitter un comunicado, el cual solo sirvió para causar mayor indignación.
El hecho que nuestros compatriotas hayan destruido un edificio dando la perfecta escusa a los maleantes de divertirse en las calles no me enorgullece. Pero puedo decir que nunca esconderé la cara para decir que soy paraguaya y que en mi país si luchamos por nuestro derechos. Nunca sentiré vergüenza de decir que nos hicimos escuchar, y que las noticias de un pequeño país de Latinoamérica del que nadie sabe su nombre llegaron al New York Times.
Nuestro pueblo es fuerte y feroz, y debe estar listo para defenderse. Lo que vimos fue solo el comienzo de algo mayor. Nos encontramos sobre un arma de doble filo, donde podemos defendernos y demostrar que con el paraguayo no se juega, pero también la gente puede aprovechar esto para sumirse en la anarquía.
Luego de todo este alboroto los gobernantes aún se resisten a quitar la enmienda. El pueblo tiene un mártir y no se detendrá hasta estar seguros que su vida no haya sido tomada en vano.
^E