Capítulo 1

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Me encuentro en el hospital. 

Un niño de unos tres años , ojos marrones, piel morena y pelo claro, está enfrente de mí. Mueve la pierna derecha que le cuelga de la camilla con calma, está a punto de echarse a llorar. Tiene los ojos tristes y su mano está apretando a la de su madre.

-No te preocupes, peque- le tranquilizo- confía en mí, ni lo vas a notar.- intento calmarlo, intento mostrarle la mejor de mis sonrisas mientras me mira, y le guiño el ojo.

Mi padre llega de la consulta de al lado , mientras preparo la vacuna contra el sarampión. Mi padre es doctor. Por eso estoy aquí, en pleno julio. Mis amigas , en este mismo instante, deben estar en la piscina de cualquiera de ellas bailando y bebiendo limonada. Y yo, de mientras, haciéndole de auxiliar a mi padre.

Mi padre ha estado esperando a que cumpla dieciséis años casi desde que nací. Mi madre, que es abogada, siempre le ha gustado que nos interesemos por los trabajos de ambos. Siempre nos han dejado escoger, no nos presionan para que nos dediquemos a lo mismo que ellos. Pero es cierto que quieren que antes de escoger , probemos. Y ha llegado mi momento de escoger, este verano tendré que decidir entre un bachillerato de ciencias, o de letras.  Por eso me voy a pasar todo julio ayudando a mi padre. Finales de agosto y principios de septiembre, estaré en los juicios de mi madre. Soy la primera de sus cuatro hijos a la que le toca escoger, ya que soy la mayor. Tengo un hermano, Marc, que tiene un año menos que yo, aunque parece que tengamos la misma edad. Luego está Olivia, que tiene cinco años.   Y por último Nico, que tiene tres. Mi madre siempre quiso familia numerosa, y mi padre nunca se opuso. 

La verdad es que esto no me desagrada, me gusta venir. Hay días en los que la pereza me gana, y decido quedarme en casa. Mis padres lo entienden, es verano y estoy de vacaciones. Tampoco quieren que aborrezca el trabajo y lo asuma como un sacrificio. Todavía no, todavía no es un trabajo de verdad. Aunque si que es cierto que mis padres me dan una recompensa semanal. No vamos mal de dinero; me compran ropa cuando lo necesito, tenemos una casa grande, vamos a colegios privados, cada verano nos vamos de viaje a otro país. Aunque esto tiene sus inconvenientes, ya que se ha de cuidar la reputación familiar. Esto incluye nuestra forma de vestir, la gente con la que nos relacionamos, el colegio al que vamos, nuestro comportamiento en público... A los diez años, me dieron clases de como coger los cubiertos; a los doce, clases intensivas de francés; a los catorce, de lenguaje verbal; a los quince me dieron clases de estilismo. Recuerdo aprender a andar por tacones por el largo y ancho pasillo de mi casa; cabeza alta, espalda recta y hombros relajados. 

-¿Cómo te llamas?- intento distraer al pequeño mientras le entrego la jeringuilla ya preparada a mi padre- ¡Ah! ¡Espera! ¡No me lo digas! Esta mañana ha venido un gato y me lo ha dicho- 

El pequeño se pone en alerta y me mira, está claro que ningún gato me lo ha dicho. Lo he leído en la cartilla de vacunas.

-¡Eso es imposible!- responde entusiasmado- ¡Los gatos no hablan!

Niego con la cabeza sonriendo . -Está claro que sí, solo tienes que aprender a escucharlos- Le digo mientras me pongo los guantes blancos. - Te llamas Óscar, ¿verdad?

-¡Ala! ¿Cómo has hecho eso? ¿Cómo has aprendido a escucharlos?- me encuentro remangándole la camiseta hasta el hombro, para que mi padre pueda ponerle la vacuna con facilidad. 

-Es muy fácil, solo tienes que tratarlos bien. Saber quererlos. Todos los animales hablan, sólo hay que tratarlos bien, y cubrir sus necesidades. Dejarlos en su sentido más salvaje , ser responsable y nunca encerrarlos. Bajo ningún concepto y quererlos de la manera más sensible posible, eso es importante ¿ me explico? - la vacuna ya está puesta, y el niño se ha dado cuenta, y lo ha ignorado por completo Estaba centrado en aprender. 

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2017 ⏰

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