La muerte no llega cuando quieres

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Quedamos a las seis en la playa, como siempre. Yo llevaba un precioso vestido blanco junto con unas sandalias a juego.

Cuando pasaron dos horas comprendí que él no vendría, me desplomé. Supongo que así es como se siente una mujer cuando el hombre con el que se va a casar le da semejante plantón, pero esta es la gracia de los matrimonios concertados, ninguno de los dos nos amamos, pero por el bien común debemos casarnos.

No siempre sentí esa pena que desgarraba mi alma. En un momento de mi vida fui feliz, sentí el amor. Pero no todo es como uno quiere, y a veces la única forma de liberación que uno encuentra es el suicidio. Y por eso, mientras esperaba, recordaba la nota que dejé a mi madre, aquella en la que explicaba por qué renunciaba a seguir viviendo, y en la que rogaba que a mi joven hermana,  le dejasen elegir a su amor, no como a mí.

Por última vez, me acerqué a la orilla, a las ocho de la noche el agua era menos fría que el aire, así que me introduje en esas aguas que invadían mi mente de recuerdos, y sin quererlo, uno de ellos vino a mi cabeza…

-¡Feliz cumpleaños María!-Me despierta mi hermanita gritando.

-Buenos días pequeña.- Le susurro intentando enfocar la vista.

-Marcos está en el jardín de atrás. Me ha dicho que te avise.

Abro los ojos como platos al escuchar su nombre, y, como alma que lleva el diablo me levanto de la cama y busco algo para vestirme. Cuando me considero lista me escabullo al jardín. Y ahí está, tan guapo como siempre.

-Feliz cumpleaños princesa.-Al oír ‘princesa’  siento como se ruborizan mis mejillas.

-Gracias…-Le contesto con un hilo de voz.

-Te he echado de menos.-Dice acercándose a mí y fundiéndome en un fuerte abrazo.

-Marcos… No te vuelvas a ir, no me dejes…

-No te dejaré nunca más.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo.

Esa fue nuestra despedida, porque ese día Marcos me dejó, muriendo en mis brazos.

Y por eso, un año después, puñal en mano, acabé mi triste vida para reunirme con mi amado.

 Pero es verdad lo que dicen de los suicidios, mi alma no está tranquila, todavía no era mi hora de morir, me quedaba tiempo de vida y yo intenté acabar con él. Y por eso me encuentro en esta zona entre la vida y la muerte, vagando por las calles de mi amada Venecia, siendo nada y a la vez siendo todo.

La muerte no llega cuando quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora