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A Hyunjin le gusta dibujar, y no es ningún tipo de secreto.

Si le preguntas, él no sabría decirte con certeza si empezó en su sexto cumpleaños, cuando su abuela le regaló una caja enorme de crayones en tonos tan variados y vibrantes, que su pequeño cerebro pareció congelarse un segundo ante la cantidad de colores hasta ese momento desconocidos para él. Podría ser, también, que inició a los diez años, cuando para fingir que prestaba atención a la clase de la señorita Yan, empezó a garabatear en los bordes de su libreta de manera distraída.

Sea como fuere, ya para cuando tenía quince e incluso como todo joven de su edad que olvidaba sus útiles escolares- la goma, el bolígrafo negro, el libro de Cálculo- su libreta de dibujo, así como el par de lápices de grafito del número 2, siempre podían ser vistos dentro de su mochila.

Como todos, empezó con lo básico: flores, figuras, sombras y ojos, pero más pronto que tarde se encontró a si mismo trazando formas más y más complejas. Su chihuahua Kkami desde diferentes ángulos, los perfiles de Minho y Jisung, las manos de Jeongin, la mirada entre seria y cansada de aquel cajero en la cafetería que frecuentaba con sus amigos, con una nariz que parecía esculpida por un artista griego. Ahora, a sus veintitrés, con un título en Historia del Arte y en proceso de completar su maestría, estaba seguro que ya había encontrado lo que más le gustaba dibujar.

No fue obvio al principio, claro que no, pero poco a poco más y más de los dibujos de Hyunjin empezaron a tener a un único protagonista, rubio y con labios en forma de corazón, ojos que brillaban como el sol, un rostro suave salpicado de miles de pecas en todas las tonalidades de oro y rosa. Aquel hermoso chico mirado distraído por la ventana cuando se veían en reuniones con el resto de sus amigos, comiendo un helado a la par que revisaba su teléfono, dormitando recostado en la puerta del asiento trasero de la camioneta de Chan, o, como era habitual esos últimos días, mirándolo como lo dibujaba.

Porque así como no era ningún secreto que a Hyunjin le gustaba dibujar, tampoco lo era lo mucho que Felix disfrutaba ver como lo hacía.

Y Hyunjin, como el aprendiz rápido que era con el dibujo, no tardó mucho en pasar de detallar en papel y lápiz aquellos surcos, curvas y pliegues existentes en la cara de Felix, a hacerlo con sus propias manos, y de trazar una y otra vez esos rojizos labios haciendo toda clase de muecas con grafito, a memorizar su forma con su boca misma.

Sí, a Hyunjin le gusta mucho dibujar, pero más le gusta Felix.

drawing 「hyunlix」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora