La salida de un grupo de valientes.

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Las personas pensaban que los sueños eran un producto de su imaginación. Imágenes sin sentido que explotaban en la mente mientras dormíamos profundamente. Se empezó a dudar de esta creencia cuando una serie de acontecimientos se presentaron en la pequeña ciudad de Konru. Algunos se despertaban gritando, aterrados desconsolados. Otros no podían dormir, volviéndose locos paulatinamente a medida que pasaban las noches, había algunos que, sencillamente no volvían a despertar. Los médicos estaban perplejos ante una situación tan rara. Hasta que casualmente un viejo que deambulaba por un bosque muy poco visitado sufrió un ataque muy extraño.

Los que vivían cerca de ahí, de pronto, escucharon un grito de desesperación y pánico que salía de la frondosa jungla. Cuando fueron a revisar de dónde provenía exactamente, se dieron cuenta que a lo lejos se encontraba un cuerpo en el suelo. Al mirarlo de cerca éste se estaba de un color pálido, con los ojos abiertos de una forma exagerada y sin respirar.

Había muerto por una razón totalmente desconocida. Inmediatamente después todo el bosque cobró vida de repente, los lugareños asombrados y atemorizados por ver como todo se inundó de una niebla extraña, empezaron a ver como los arboles cambiaban de forma, la tierra se tornó de un color oscuro casi llegando a ser negra, las plantas se marchitaron y se sentía un ambiente pesado, una energía mágica surgió del viejo que había muerto hace unos momentos, literalmente salió de su cuerpo como si de un fantasma se tratase, pues este era Haco.

Haco era un ente que no provenía de esta dimensión, pues él se dedicaba a entrar en los sueños y causar pesadillas tan grotescas y a veces tan realistas terroríficamente hablando, que podía causarle la muerte a su víctima si éste se lo proponía. Haco tenía un aspecto fantasmagórico, digamos que era una sombra que se encontraba al acecho para atacar de forma desprevenida y matar a sus víctimas sin contemplación alguna. Tenía una cara siniestra, ojos oscuros y una sonrisa tan diabólica que un mismo demonio saldría corriendo al verlo, no tenía piernas y medía casi dos metros de altura, en vez de manos sólo tenía dos grandes cuchillas que salían desde sus hombros. Su velocidad al atacar era impresionante, pues era casi igual a la de la luz, no hablaba si no un idioma particularmente poco conocido.

Exterminaba a todo aquel que se interpusiera en su camino, ya fuese humano o quizás otro ente que proviniese de otra dimensión tal cual como él.

Al salir del cuerpo del viejo, Haco se materializo y asesinó en cuestión de segundos a todas las personas que se encontraban rodeando al cadáver a la velocidad de un flash. Se alimentó del miedo causado y luego se fue hacía Konru para seguir causándole pesadillas y matar a todo aquel que pudiera. Haco no tenía objetivo como tal, sólo causaba estragos por gusto propio.

Era un ser maligno su afán por sentirse poderoso y que nadie pudiera detectarlo lo hacía alguien imparable ante toda fuerza humana, pues la única forma de que éste fuese reprimido era o por un ente igual a él o por algún tipo de ritual que existiese para encerrarlo o al menos para espantarlo de aquella ciudad que tanto deseaba vivir en paz.

Tras un periodo de intenso estudio, los más expertos científicos y médicos de Konru se dedicaron a intentar buscar la forma de parar a esta abominable criatura. Pues descubrieron que tenía una preferencia por cazar a los viejos, sabios, niños y muchas veces hombres, que se dedicaban a defender a Konru de todas las amenazas que ésta tuviere.

Haco no era del todo malo, el atacaba también y más estrictamente a los bandidos y corruptos que se encontraban en Konru, pues muchas veces no lo hacía en sus sueños, no les causaba pesadilla, pues simplemente se les aparecía físicamente y los cortaba en dos dejando sus cadáveres mutilados en donde fuese que estos estuviesen.

Haco tenía una debilidad, existía un artilugio que era capaz de alejar a este ente y también si había alguien que conociera las palabras indicadas podían mandarlo devuelta a su dimensión otra vez. Este artefacto se encontraba en las afueras de Konru, en unas lejanas montañas que quedaban a unos 1500 kilómetros. Para llegar allá era necesario atravesar aquel bosque en donde fue atacado el anciano y un sinfín de lugares que eran desconocidos por las personas de Konru.

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