01

43 8 9
                                    

AHORA...

Estoy recostada junto a YoonGi sobre una manta, en el patio trasero de la casa de la calle Brookd 37. Los árboles tienen un aspecto mucho más imponente y sombrío de lo habitual; están llenos de hojas oscuras que forman un manchón que no deja ver el cielo.

-Me temo que no es el mejor día para hacer un picnic -dice.
En ese momento me doy cuenta de que es cierto: no hemos tocado la cesta de comida. Sigue a los pies de la manta, llena de fruta medio podrida, cubierta de diminutas hormigas negras.

-¿Por qué no? -pregunto. Estamos recostados de espaldas contemplando las nubes, tupidas como una muralla, que se entremezclan por encima de nuestras cabezas.

-Porque está nevando -responde él riendo. Una vez más veo que tiene razón. Esta nevando: a nuestro alrededor revolotean gruesos copos de color ceniza. Además, hace mucho frío. Mi aliento forma pequeñas nubes de vaho. Me apriento contra YoonGi, intentando conservar el calor.

-Abrázame-le pido, pero no reacciona. Intento arrebujarme contra su pecho, pero tiene cuerpo rígido, inflexible-. YoonGi -digo-. Abrázame, que tengo frío.

-Tengo frío -repite él como un loro, sin mover apenas los labios agrietados, de color azul. Contempla las hojas fijamente, sin pestañear.

-Mírame -exijo, pero no mueve la cabeza, no pestañea, no se mueve en lo absoluto. Me empieza a entrar histeria y lucho por contener el grito que dice: «no está bien, no está bien, no está bien.» Me incorporo y le pongo la mano en el pecho. Está frío como el hielo-. YoonGi -digo, y luego gritó-. ¡YoonGi!

-¡ _____ Morgan Jones!

Vuelvo al presente entre un coro de risitas apagadas.

La señora Fierstein, la profesora de Ciencias del último curso de Secundaria en el Instituto Femenino Quincy Edwards de Brooklyn, sección 5, distrito 17, me está mirando. Es la tercera vez que me quedo dormida en su clase en lo que va de la semana.

-Ya que parece que la Creación del Orden Natural te resulta tan soporífera -dice-, ¿qué tal si vas a la oficina de la directora a ver si te espabilas?

-¡No! -suelto más alto de lo que pretendía, lo que provoca una nueva oleada de risitas de la chicas de la clase.

Me inscribí en esta escuela justo antes de las vacaciones de invierno, hace poco más de dos meses, y ya me han plantado el monte de Rarita Número Uno. Me evitan como si tuviera una enfermedad.

Si ellas supieran...

-Este es el último aviso, señorita Jones -declara la señora Fierstein-. ¿Está claro?

-No volverá a suceder -aseguro obedientemente, tratando de parecer arrepentida. Aparto de mi mente la pesadilla, sepulto mis recuerdos de YoonGi, de Hoseok y de mi antigua escuela, lo entiendo todo, todo, todo, como me enseñó a hacer Raven. Mi antigua vida ha muerto.

La señora Fierstein me lanza una última mirada que pretende ser intimidatoria y se voltea hacia el pizzarón para retomar su clase sobre la energía divina de los electrones.

La señora Fierstein habría aterrorizado a la antigua ____. Es una profesora vieja y mezquina que parece cruce entre una rana y un pitbull, una de esas personas que hacen pensar que la cura no es necesaria: resulta imposible imaginarla capaz de amar a alguien, incluso aunque no la hubiera operado.

Pero la antigua _____ también está muerta.

Ya la enterré.

La dejé al otro lado de la alambrada, tras una pared de humo y de llamas.

Una historia de amor que no debió ser escrita...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora