El menor de los Black se encontraba en el salón de la antigua y noble casa de los Black, frente al hermoso piano de cola de su madre. Le gustaba pasarse ratos allí, cerrando los ojos mientras presionaba las teclas. Era el único momento que se permitía dejarse llevar, siendo el piano la única cosa con la que desahogaba cada sentimiento que llevaba consigo.
El resto de los días, debía ser alguien serio, regio, con un porte y un control envidiado por los marqueses reales, las facciones del juvenil rostro, quizás demasiado joven para ello, tan serenas como las de un príncipe.
Pero no en el piano. Allí podía interpretar Tchaikovsky cuanto quisiera, disfrutando de verdad de cada nota, excepto cuando su madre le pedía que tocara una de las complicadas piezas de Aradacio, la espalda recta, el rostro inexpresivo, las manos, tan delicadas como el marfil pero indiscutiblemente masculinas, moviéndose incesantes sobre las teclas.
El pequeño de los Black ansiaba aquella hora para descansar de la fuerte disciplina familiar. A diferencia de su hermano mayor, él no solía llevarles la contraria a Walburga y Orión Black, no si sabía lo que le convenía. Y estos parecían adorarlo, a pesar de su irremediable parecido a su hermano.
Mismos ojos grises, una tonalidad más oscura, similar a los tranquilos días lluviosos londinenses. Piel marfileña, misma mandíbula y pómulos marcados, suavizados por unos labios dignos de un querubín y una nariz casi femenina, el abundante cabello negro lo llevaba corto, no lo suficiente como para que no le cayeran oscuros mechones sobre los ojos, aunque solía llevarlo pulcramente peinado, lo que le daba aires de alguien mayor o de un antiguo aristócrata del siglo XIX.
Mientras Sirius era rudeza, rebelión y aire libre, Regulus era rutinario, carismáticamente tranquilo, pulcro.
Un golpe en la cima de las escaleras le sobresaltó, haciendo que desentonara la melodía que había estado tocando.
Frunció el ceño confundido y observó el reloj en la pared, marcaba las seis menos cuarto de la tarde. Su hermano solía encerrarse en su habitación, el tocadiscos sonando con ordinaria música muggle, y sus padres se encontraban fuera, tenía entendido que habían ido a una reunión donde los Malfoy.
Se levantó despacio, de manera grácil y se acercó al pie de la escalera, subiendo un par de escalones.
-¿Kreacher? ¿Qué haces ahí arriba?
Esperó unos segundos, impaciente, y al no recibir respuesta se encaminó a paso decidido por los escalones que daban al pasillo donde se encontraban su habitación y la de su hermano.
Todo parecía estar en orden, todo excepto los continuos ruidos en la habitación de Sirius, la música se había detenido.
La puerta se encontraba entreabierta, por lo que se acercó y la abrió.
Dentro de la habitación del mayor de los Black había puesto posters de motocicletas, con chicas semidesnudas en estas, y banderines de Gryffindor por doquier. Regulus no pudo evitar la mueca de asco que formó con los labios.
Lo que en realidad le sorprendía, era el hecho de que Sirius se encontraba armando su baúl del colegio, a pesar de que las clases comenzaban en dieciocho días.
-¿Se puede saber qué haces?
Sirius dió un salto, claramente sorprendido. Tenía el cabello largo y oscuro revuelto, algunos mechones cayéndole sobre el rostro. Llevaba ropa muggle, jeans y camiseta, las botas viejas de cuero las tenía calzadas y se había colocado la chaqueta de motociclista sobre los hombros. Regulus se percató de que en los marcados pómulos se encontraban marcas de lágrimas secas, los grises ojos relampagueaban de furia como la plata puesta al fuego.
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El día en el que Sirius Black se fue de casa (Regulus POV)
FantasyAsí como en cada familia hay una oveja negra dispuesta a rebelarse y valerse por sí misma, está ese cordero que sigue ciegamente a quienes él considera lo único que tiene. [Todos los personajes aquí mencionados son obra de J.K Rowling, yo solo los t...