Capítulo 1

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        1

Amanece un nuevo día. Estoy en mi habitación. En la cama. Llevo un rato despierta. Siempre lo hago antes de que sea hora, jamás me he quedado dormida, ni aunque haya descansado poco: la mayoría de las veces, por quedarme estudiando hasta tarde. Leyendo algún libro, cosa que me encanta. También ha habido noches que me las he pasado llorando, lamentándome por mi penosa vida, la cual estoy segura  no merecer. Otras, pensando, me paso largas noches meditando, preguntándome por qué me  tratan así. Sinceramente, no lo consigo entender por más vueltas que le dé. Y cuando consigo dormirme es para soñar. Pesadillas de lo más insólitas, que me suceden en esos... lugares tan extraños. Para colmo, por si tenía poco, me ocurre lo de ayer. Y esta noche, no he podido evitar pasarla entera dándole vueltas en mi cabeza, a lo sucedido con los charcos.

        ¡Me encuentro tan sola! ¿Si al menos tuviera a alguien a quién contárselo? Quizás me ayudaría a entender, a encontrarle alguna explicación. ¿Pero a quién?  Mi familia está totalmente descartada. 

           ¡Hay que ver! No tendría que ser así, la familia está para ayudarse, apoyarse… Desde muy pequeña en el colegio los profesores nos han explicado, que a los padres son a quienes mejor podemos contarles nuestros problemas,  que nadie mejor que ellos para ayudarnos, en fin, el mismo rollo pero verídico discurso de siempre. Desgraciadamente no es mi caso. ¿A ellos? Impensable.  ¿A los míos? ¡Ni hablar! Pues solo me faltaría, darles a sus raciones diarias para conmigo, de insultos, burlas, malas miradas, castigos… otro motivo más.

        Podría levantarme, pero tengo que esperar, a “ella”, mi madre, que como no la siento como tal, a veces la llamo así. Y no la siento como tal, porque una madre, no hace con sus hijos lo que ella hace conmigo: me insulta y maltrata de todas las formas imaginables, y lo peor de todo y lo que más dolor me produce, es que solo es conmigo. Somos tres hermanos, para ellos es todo amor y comprensión. No me explico cómo puede ser tan distinta para conmigo. No logro entenderlo. Si tienes una forma de ser, la tienes para todos. ¿Pero, cómo puedes ser de una manera para unos y de otra para otros? Es que es incompresible, al menos yo, por más vueltas que le dé no lo puedo entender. Y esta situación me hace sufrir dolorosamente. 

           Le gusta venir todos los días, para empezar ya desde por la mañana, con el... “buen rollo que se trae conmigo”. Disfruta haciéndome daño, y yo a pesar del dolor, la frustración, y la impotencia, no tengo más remedio que consumirme y aguantarme. Aunque jamás me acostumbraré.

       Algunas veces me he levantado antes de que llegara, pero me lo ha hecho pagar terriblemente, ha estado haciéndomelo pasar mal durante días, porque sus venganzas duran días, a veces semanas, por eso prefiero esperar.

           Miro el reloj que tengo sobre mi mesita, éste tiene las agujas fluorescentes, no necesito encender la luz para verlo. Son casi las siete y cuarto, ya no tardará en aparecer.

Se escucha trajinando en la cocina, estará preparando los desayunos incluido el mío. A mí me gusta desayunar un vaso de leche, con dos cucharaditas pequeñas de azúcar, y muy poco cacao. No soy tiquismiquis, si alguna vez tengo que tomar otra cosa, o tomarlo preparado de forma diferente, tampoco me importa demasiado. Pero ella, como sabe que me gusta hacérmelo yo misma, y disfruta molestándome con todo lo que puede,  a veces, me lo prepara... “a su manera”.

            Escucho sus pasos acercándose. Son inconfundibles. Los reconocería aunque caminara entre varias personas. Siento un escalofrío, empiezo a temblar, me es difícil controlarme, pero lo intento, a medias lo consigo. Me acomodo boca abajo, recostada sobre el lado derecho, con el brazo de este lado bajo la almohada, me arropo ayudándome con la mano izquierda,  me hago la dormida, y me digo en un susurro intentando controlar el temblor que me produce el miedo: “¡Ánimo, a afrontar el nuevo día!”

La llamada del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora