Crazy (+18) [JiKook]

Crazy

Un suspiro. Tan solo hizo falta aquello como un cántico vibrante recorriendo el cuerpo perlado de JungKook.

—Di lo que quieres —rugió contra su oído, sintiendo el temblor del contrario, un gesto que lo hizo sonreír con malicia.

Como respuesta un sonido, un jadeo repleto de necesidad. Jimin estiró la mano, topándose con el cabello de JungKook, entrelazando los dedos entre mechones castaños y curvando su espalda.

—No seas tan cruel. —se quejaba ronco, pues no podía llevar la mirada hacia aquel lugar. Hacia el rostro socarrón del menor.

Los labios carnosos de Kookie se posaron delicados sobre la punta brillante y rosada del miembro de Jimin, quien volvió a agitarse, abriendo los ojos casi de golpe, de par en par.

Era ardiente, un placer demasiado superficial, casi no le llegaba a nada. No tenía ni por dónde empezar. Y, como un reflejo, la vergüenza se apoderó de él al sorprenderse gimiendo con fuerza el nombre de su amante.

—Vaya, hyung...—esbozó aquella sonrisa traviesa, alzando, tan solo, su mirada. —Estás muy sensible hoy, ¿verdad?

—JungKook... —apoyó las manos en la superficie de la mesa en la que se encontraba sentado, sintiendo el tacto gélido de la madera en sus glúteos. Tragando saliva, volviendo a arquear la espalda.

Tanto tiempo, entre el trabajo, y otras obligaciones, que casi le resultaba imposible recordar cual era el dulce tacto húmedo de la lengua del menor en aquella sensibilidad. Una que, al recibir los labios rodeándolo por completo, palpitó. Y lo hizo con mayor intensidad cuando se introdujo en aquella cavidad que tantas veces había besado. Que había probado.

—Mierda... —rugió ante el vaivén de cabeza con el que jugueteaba el contrario.

Era como tocar las profundidades abrasadoras del infierno. Uno que quemaba más a cada jugueteo de lengua que acompañaba el momento. Sentía que eran las llamas lo que los rodeaban, no paredes color pastel. Apenas recordaba donde se encontraba, y perdía la cordura a cada segundo.

Sus caderas, poco sutiles pedían velocidad, pero sus labios eran acallados por sus propios dientes, pues mordía el inferior desesperado por no gritar.

Cada músculo de su cuerpo se tensaba, y las gotas de sudor recorrían caminos más marcados, peligrosos, por diferentes zonas de su cuerpo. Las sentía en el cuello, torso y muslos. Incluso alguna por la espalda, estremeciendo, de nuevo, cada parte de su mente.

—No tenemos tiempo... —de nuevo, otro rugido desesperado.

Sus horas libres se volvían limitadas. Algo que los tenía de malhumor, pues casi les resultaba imposible contenerse.

Y, como si el menor leyese sus pensamientos, aumentó la velocidad y presión de sus succiones, jugueteando con mayor fiereza. Semejaba más un animal hambriento que un humano en pleno deseo sexual.

Entre sus labios, dejando que el orgullo lo embriagase con la misma rapidez que el mero erotismo del momento, el miembro duro de Jimin comenzaba a crecer más, tensarse mientras el mayor sentido comenzaba a atacar su cuerpo. Haciéndolo temblar por él. Por sus labios.

No opuso algún tipo de resistencia, y no se quejó cuando aquel líquido espeso comenzó a vaciarse en el interior de su boca. Podía ser la costumbre, pero estaba demasiado acostumbrado, y le encantaba.

—Joder... —los jadeos roncos de Jimin resonaban en el pecho anhelante de JungKook, quien no podía resistirse a ello.

Sonriendo con la misma picardía, se incorporó, dejando ver aquel torso trabajado que siempre ocultaba, tan solo cubierto por sus vaqueros oscuros y gastados, mirándolo al tiempo que relamía su labio inferior y conseguía provocar aquel leve sonrojo en las mejillas del contrario.

—Salado —fue lo único que dijo, dándole la perfecta visión de su espalda para recoger la camiseta.

Jimin se llevó una mano al cabello rubio, echándolo para atrás para dejar su rostro más visible. Le costó moverse, pues el temblor en las piernas era pronunciado. Así como la agitación de su pecho. Quería más, mucho más de Kookie. Pero sabía que no ese día, o, al menos, en aquel momento. Bastante se había arriesgado a hacer aquello en un sitio tan público y sin pestillo en la puerta.

Buscó con la mirada el lugar donde había dejado sus prendas inferiores, aprovechando para llenar los pulmones de aire.