Me siento tan bien al abrazarme pero...no se que me sucede, o al menos me gustaría no saberlo, mi mente se nubla y ocurre, despierto de un sueño cansado, el suelo teñido de escarlata esa gente que me rodea y observa horrorizada, se lanzan sobre mi y me gritan una palabra que se me marca en la mente como una espina invisible que por mucho que intente arrancar se hunde mas y mas ya que es la que me va a perseguir hasta el final de mis días, monstruo.
-¿Estas aquí o vuelvo a estar sola?
Siento si mi rostro te resulta el de un ser con el alma podrida pero desde que tengo uso de razón no puedo controlar la llamada oscura que rebela mi ser, una persona, si es que se me puede llamar así, que necesita vivir en un constante baño de sangre.
Te llamo en mis sueños y hasta en mis innumerables pesadillas pero al despertar no estas aquí. La gente de esa vez me llevo a un gran edificio con apenas ventanas donde me encerraron en una habitación casi desnuda si no fuera por la cama de barrotes oxidados y un pequeño espejo de pared en el que un día ella volvió ha aparecer.
- Ya es tarde para el ¿lo sabes? ¿verdad?- dice con una sonrisa en sus odiosos labios rojos, lleva su largo pelo rubio suelto sobre su espalda y hombros, sus ojos azules son vacíos y llenos de rencor, viste un vestido de fina tela blanca. -No, no puedes haberlo hecho, a el no, te lo ruego por favor el... Me ha querido tal y como soy. -¿Yo? Si hemos sido nosotras- su sonrisa no se borra de su...Nuestra odiosa cara. Solo consigo escupir una ultima palabra antes de que un flashback cargado de imágenes grotescas inunde mi memoria para luego dejar mi cuerpo tendido sobre el frío suelo de azulejo. -Monstruo... El silencio invade la habitación entonces se ve quebrado por el sonido de un cristal rompiéndose, pasan unos segundos y en el oscurecido pasillo del psiquiátrico aparece una dama de dorados cabellos ondulados, cuerpo delgado y sonrisa siniestra -Monstruo...Me parece un nombre precioso para nosotras.
