Salgo corriendo de la escuela con dirección al trabajo, ya se me hizo tarde y todo porque el maestro se detuvo a hablar con nosotros sobre el mal comportamiento, aunque yo no soy problemático. Para colmo, el camión se me fue, por eso tengo que ir corriendo hasta mi trabajo. A veces es difícil tener que estudiar y trabajar pero necesito el dinero para pagar mis estudios, mi ropa y mis gustos.
Llego con dos minutos de retraso y el señor Mantecón está muy disgustado. Él odia que lleguemos tarde, la última vez que un tipo llego más de 10 minutos tarde, le descontó la mitad de su sueldo. Aún así la paga no es mala y las propinas mucho menos, así que no me puedo quejar, muchos cabezas de familia ya quisieran ganar lo que yo para mantener a sus 3 hijos y esposa.
—¡Vamos hombre, sabes que no puedes llegar tarde! —me dice el señor Mantecón, visiblemente disgustado. Parece que todos los demás llegaron a tiempo—.
—Disculpeme señor, lo que pasa es le en la escuela el maes... —me interumpe abruptamente.
—Las excusas no te sirven de nada conmigo— por un momento pensé que me iba a poner una reprimenda como a todos los demás—. Solo porque es la primera vez que pasa eso contigo te dejare pasar, pero apúrate que hoy hay mucho trabajo.
Él tenía razón, los días de fiesta eran los más llenos en el restaurante, y yo, como todo buen lavacoches, tenía que darme abasto para acabar con todos los que quisieran salir con algo más que el estómago y el monedero vacío.
Comienzo mi jornada de lo más normal, los carros y sus choferes llegan y se van, pasan horas, y propinas. Pasan más de cinco horas, ya está anocheciendo y pronto acabará mi día, pero aún me queda un último auto. Es un pequeño Atos bien cuidado, no es problema para mi y en cuestión de unos minutos me queda listo, justo a tiempo cuando el dueño acaba de comer. Se acerca a mí y me extiende la mano, alcanzo a ver qué es una pequeña moneda, tal vez de unos 5 pesos. Aunque poco, 5 pesos eran la propina más común, y para acabar el día me pareció justo.
—¡Muchas gracias, joven! —me dice el dueño del carro con la mano extendida— Aquí está su... —de pronto un extraño sujeto, al parecer un hombre de negocios, se acerca y lo interrumpe.
—Disculpe
—¿Sí? ¿Qué pasa, amigo?—Se le cayó este billete cuando iba caminando por la calle —el sujeto le extiende la mano con un billete. No puedo dejar de ver el billete, sí era de 50 pesos pero tenía algo, algo diferente.
—Un momento —el dueño del Atos saca su billetera y comienza a contar su dinero—. No, usted está equivocado, tengo todos mis billetes, se le debió caer a alguien más.
—¿En serio? —le dice algo confundido el sujeto de negocios— Estoy completamente seguro de que ví que se le cayó a usted. Pero si dice que no, tómelo de todos modos, para serle sincero yo no necesito este dinero.
—Bueno, está bien. Muchas gracias —el hombre toma el billete y se despiden—. Eso fue raro, ¿no crees? —ahora se dirige a mí. Pero tardo en contestarle porque no he dejado de mirar a aquel tipo, me fijé en su rostro era un hombre blanco, pelo lacio, muy bien vestido.
—¡Muchacho! ¿Me oyes? —me vuelve a decir el hombre con un tono más alto para que escuche.
—Sí, lo siento. Fue algo bastante raro, pero bueno por lo menos se ganó 50 pesos esta noche. —El hombre voltea a ver el carro, se queda pensando un momento y vuelve la mirada a mí.
—Toma —extiende la mano y me da el billete— es tuyo.
—¿Es en serio? —No lo puedo creer, para mí eso sí es mucha propina.
—Sí, seguro. Para serte sincero yo tampoco necesito de este dinero así que espero que tu lo aproveches. —Tomo el billete.
—¡Muchas gracias, señor! —me despido de él y se sube a su auto. Mientras se va, también me quedo mirando su rostro, es un hombre con mucha barba de unos 35 años y usa unos lentes de color rojo fosforescente, algo que me parece muy curioso.
De camino a casa, voy muy contento. Me dan unas ganas de comprar tacos con el billete, pero en eso me entra una llamada de mi mamá que me dice que preparó la cena. Así que me voy sin gastarlo. El billete tenía escrito algo, algo que parecía estar en otro idioma, escrito con un color tinto muy intenso, de esos que cuando apartas la mirada sigues viendo el color por unos instantes más. Esta noche duermo muy feliz.
A la mañana siguiente me despierto muy temprano para la escuela. Me doy una ducha, acomodo mi cuarto y bajo para desayunar y hacerme el lonche. En la cocina está la televisión encendida. Yo nunca presto atención a las noticias matutinas, se me hacen algo aburridas, nunca pasa nada por nuestro barrio. Tomo el control y estoy a punto de cambiar el canal cuando escucho la siguiente noticia.
ANDREW ROGERS, UN HOMBRE DE ASCENDENCIA ESTADOUNIDENSE DE 30 AÑOS, PIERDE LA VIDA TRAS SER ATACADO POR CUATRO PERROS PITBULL
En la imágen se muestra una foto de el hombre en cuestión. Mi corazón late a mil por un segundo, un escalofrío helado recorre mi cuerpo tras ver la horrible noticia. Y más al ver que el hombre de la nota es nada más y nada menos que el hombre de negocios que la noche antes le había dado el billete al dueño del carro. En la nota se menciona que alrededor de las 11 de la noche cuando se aproximaba a su casa unos perros se acercaron y lo atacaron sin piedad. Cuando los paramédicos llegaron ya no había nada que hacer, pero no se encontró rastro de los perros ni muestras de robo.
Mi mente estaba alborotada, tal vez fuimos los últimos que vivimos a aquel hombre con vida, realmente me asombró mucho la noticia. Pero aún no acababa de asimilarla cuando la siguiente nota aparece.
ALREDEDOR DE LA MEDIA NOCHE UN HOMBRE MUERE EN UN APARATOSO ACCIDENTE EN UN ATOS GRIS, LA VÍCTIMA NO HA SIDO IDENTIFICADA PERO AL PARECER TIENE UNOS 35 AÑOS Y COMO CARACTERÍSTICA ESPECIAL USABA LA BARBA MUY LARGA
Me quedo en shock por un momento. No puede ser, no simplemente no puede ser posible. Debo estar soñando todavía. Ahora era el hombre que me había dado los 50 pesos el que había muerto en un accidente. En la nota se dice que el hombre se estampó contra una estructura metálica mientras iba a 80 km/h y se dice que el accidente fue por fallas del propio vehículo, en ese momento la escena de la televisión se enfoca hacia unos lentes tirados, unos lentes color rojo fosforescente. Me perturbo bastante por aquellas dos noticias. Algo no estaba bien, no era posible tanta casualidad y menos con dos tipos con los que solo unas horas atrás había estado platicando. Pero, por un momento la tranquilidad me llegó, pensé "bueno, las coincidencias pasan"...
Pero unos instantes más tarde recordé algo, ellos dos habían tenido algo en común, y lo que más miedo me dió fue que yo también... el billete.
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Huyendo del Billete
Teen FictionIsaac es un joven normal de 16 años que estudia y trabaja. Un día como cualquier otro, recibe un billete un tanto extraño. Para luego darse cuenta de que todos los que lo toquen están condenados a morir en cuanto se lo den a otra persona. El luchará...