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Era por la madrugada, cuando un sonido golpeó a su puerta. Era Kunikida. Tenían un trabajo de emergencia.

Con la mafia llevando a cabo una operación secreta esas tareas no paraban de llegar, y Dazai no estaba para nada contento. No por el trabajo extra, aunque debemos admitir que no le gustaba en absoluto, sino porque sabía que tarde o temprano se encontraría con ese pequeño monstruo de ojos azules y sombrero. Ay, cómo aborrecía esa idea.

Partieron en auto a uno de los centros portuarios de Yokohama. Dazai miraba ofuscado por la ventanilla, ¡y pensar que Kunikida se había opuesto con todas las letras a que él conduzca! En menos de diez minutos llegaron a un edificio que parecía desierto, si no fuera por el chico del sobretodo viviente, Akutagawa. El pálido muchacho sonrió.

"Llegaron a tiempo." comentó mientras cubría su boca con la mano.

Qué chico pensó Dazai mientras le daba unos golpecitos en la espalda a su compañero. Él se tendría que encargar de Akutagawa, las prioridades de Dazai eran otras. Si fuera Akutagawa el que está llevando a cabo la operación, no hubiera sido necesario despertarme a la mitad de la noche. El muchacho cubierto con vendajes sabía eso perfectamente. Había alguien más planeando todo esto, y Dazai sabía quién era.

"¡Mira! ¿A quién tenemos aquí? Creí que las momias estaban encerradas en sarcófagos, no esperaba encontrarme con una."

"¡Pero si es Chuuya, el ejecutivo más enano de la historia de la mafia! Creí que los duendes solo existían en cuentos de ha-" intentó responder Dazai, cuando fue sutilmente interrumpido por una piedra de aproximadamente unos diez centímetros de diámetro que volaba en su dirección. Moviéndose ligeramente a la derecha, la esquivó. "Esa no es una buena forma de demostrar amor, Chuu~ya."

"No intentaba demostrarte amor, Dazai." Negó el pelirrojo, mientras depositaba su sobretodo perfectamente doblado sobre una de las cajas que se encontraban en el callejón. Lanzó una fría mirada con sus ojos azules al chico vendado y tronó sus dedos. Viendo esta acción, Dazai lo replicó, moviendo un poco su cuello para aflojarlo. Esto se pondrá feo.

Chuuya se lanzó al ataque por la izquierda a una velocidad increíble, sin embargo, Dazai lo evadió fácilmente.

"¡No recordaba que fueras tan lento, Chuu~ya!" provocó.

"¡Sólo estoy calentando, desperdicio de vendajes!" replicó Chuuya. Por un momento este se detuvo. No, está tomando impulso. Para cuando Dazai se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Se encontraba volando en dirección a la pared del callejón. En menos de un segundo, el ejecutivo de la mafia portuaria se encontraba sujetando fuertemente su envendado cuello contra la misma, permitiéndole apenas respirar al detective.

"¿Qué pasa, Chuuya? ¿Estás enojado por lo de la otra vez?" ¿La otra vez? ¿Se refería a cuando escapó de la mafia sin avisarle a nadie debido a la muerte de ese tal Oda? ¿O tal vez cuando casi lo acusan de traición por liberarlo cuando lo capturaron? ¿O, sino, aquella vez que lo dejó ahí tirado después de la pelea con Lovecraft?

Ninguno de los dos respondió. Quedaron ambos allí, parados. Chuuya apretó con más fuerza el cuello de Dazai.

"Escucha, Chuuya. Déjale 'Rats in the House of Death' a la Agencia."

Ah... Con que eso era.

"No."

"Chuuya."

"¡No!"

"Chuuuuuuyaaa."

"¡Cállate!" Vociferó. Luego de esto, ambos hicieron una pausa. Eran pocas las veces que Dazai había visto a su ex-compañero tan serio, así que no se atrevía a molestarlo más. "Mori murió por su culpa. Por la suya y por la de la Agencia. Es nuestra pelea. Los que tenemos que derrotarlo somos nosotros."

Otra pausa. Chuuya soltó el cuello de Dazai y, dándose la vuelta, comenzó a caminar por el callejón. El miembro de la ADA frotó su cuello, para borrar las marcas que los guantes del pelirrojo habían dejado en él.

"Sabes que no puedes derrotar a Fyodor, Chuuya."

"Sabes que no me importa, momia." Respondió Chuuya, con una mirada desafiante. Sus ojos azules destacaban cada vez más en medio de la inmensa oscuridad, como si tuvieran luz propia. Eran, sin duda, los ojos más bellos que Dazai había visto. Conocía perfectamente esos ojos, como también cada parte de su ser. Sabía cómo actuaría en cada segundo, cómo hacerlo reaccionar, cómo detenerlo.

"Si vas, pondrás en peligro a Kouyo, Chuuya."

Tic.

Había dado en el clavo.

El pelirrojo se detuvo, quedándose junto en el hueco del callejón al que no llegaba ni un rastro de luz. Dazai solo podía ver un leve reflejo en el sombrero que siempre usaba.

"Kouyo no tiene nada que ver con esto, Dazai."

"Lo tiene, desde el momento en que forma parte de la mafia. Desde el momento en el que la declararon líder."

***

Unas pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer. Eran leves, pero su sonido retumbaba en las paredes del oscuro pasaje. Chuuya se encorvó, tanto que parecía medir mucho menos que unos escasos 160cm.

"¿Acaso no te importaba Mori, Dazai?" Osamu negó con la cabeza. "¿Ni aunque él te haya brindado su apoyo cuando recién entramos a la mafia?"

Todo ese apoyo que Mori le había brindado, como se lo dio, se lo quitó. Fue por su culpa que Odasaku murió. Fue por su culpa que ahora se encontraba en tan terrible situación.

Dazai se mantuvo callado. Las gotas de lluvia resonaban cada vez más. Chuuya tomó su sobretodo - ya empapado - y lo volvió a colocar sobre sus hombros, al lugar donde pertenecía.

Se escucharon unos pasos en la lejanía. Probablemente Kunikida ya se había deshecho de Akutagawa, y venía en busca de Dazai. No podía dejar a esa persona sola por más tiempo, sino, se escabulliría en busca de un lugar en el cual suicidarse, como siempre.

"Escúchame bien, desperdicio de vendajes. No te preocupes por mí. Dá asco." Comentó volviendo a su porte habitual. Dazai lanzó una sonrisa burlona. Kunikida salió desde una de las sombras que cubría la entrada al callejón, y miró a Dazai, inquiriendo que se apurara. "Y dile a tu compañero que no se preocupe, no me voy a meter en sus asuntos."

"Ohh, ¿acaso estás celoso de Kunikida-kun, Chuuya?" El rubio volteó a ver al más bajo de los tres. Una pequeña vena parecía estar saltando de su frente.

"¡Cállate! ¡La próxima vez mataré!" Afirmó, mientras partía, dejando el callejón en pleno silencio una vez más.

***

Ya había pasado una semana. En ese día se efectuaría la misión para acabar con Fyodor Dostoievsky. No habría error, no tenían esa opción.

Tanizaki se encargaría de hacerlos entrar, mientras que Kenji, Atsushi y Kunikida del resto de los subordinados de Fyodor. Dazai avanzaría hasta encontrarlo, y allí terminaría con todo.

O eso se suponía.

Don't come  |Soukoku| |Double-Shot|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora