Había una vez en el fondo del más azul de los océanos había un maravilloso palacio en el cual habitaba una noble familia de sirenas, los Katsuki. Vivían en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, ésta familia contaba con 2 hijos Mari y Yuuri Katsuki.
Yuuri el más joven, además de ser el más bello, por no mencionar su definida figura poseía unos movimientos tan delicados, elegantes y dotados de suma gracia, sin olvidar su hermosa y melódica voz; cuando cantaba acompañándose con el arpa y violines, los peces acudían de todas partes para escucharlo, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusas al oírlo dejaban de flotar.
Cierto día se encontraba cerca de un bello jardín de flores marítimas acompañado de Minako, la sirena confidente de este curioso tritón -¡Oh! ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!
-Todavía eres demasiado joven -respondió Minako, la sirena acompañante de Yuuri-. Dentro de unos años, cuando tengas veinticuatro, el rey te dará permiso para subir a la superficie, como a tu hermana-.
Yuuri se la pasaba fantaseando y soñando con el mundo de los humanos, ya tenía una idea sobre este debido a historias que había escuchado de otras sirenas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie.
Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus suaves y negros cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor.
-¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres. Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!-
Apenas su padre terminó de hablar, Yuuri le dio una hermosa sonrisa y se dirigió hacia la superficie, deslizándose delicadamente. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarlo. De repente emergió del agua. -¡Qué fascinante!- Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima del azabache y dejaban oír sus alegres graznidos de bienvenida.
-¡Qué hermoso es todo! -exclamó feliz, dando palmadas.
Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde él estaba.
Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. Yuuri escuchaba sus voces y comentarios. “¡Cómo me gustaría hablar con ellos!”, pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojado: “No creo que ellos consideren normal encontrarse a un tipo con cola de pez, ¿cierto?”A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: “¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veintisiete años!” El pequeño tritón, atónito y extasiado, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, piel blanca como la arena de las costas , de porte real, sonreía feliz. El azabache no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón.
La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. Yuuri fue el único en percatarse de tal peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida.
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Deep blue
Short Story"cuando cumplas la mayoría de edad podras salir a la superficie"