(El Bello Y La Bestia - 2 -)

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Ese día a las 6:50 exactamente, el ojiverde tenía que trabajar en un bar, pues del dinero que le pagan ahí, era de lo que vivía el pobre joven.

Es un lugar demasiado vulgar, donde a las mujeres se las trataba como objetos de entretención y a los hombres... También.

Oye Keika~Canturreo alegre un borracho del lugar, el joven no tuvo más opción que acercarse hasta donde él para atenderle.

— ¿Necesita algo? — Preguntó él con una forzada sonrisa, aguantándose las ganas de vomitar por el olor a alcohol que este hombre poseía.

A ti, Keika~Dijo el borracho acercándose a Keika, pero éste fue "salvado" por otro hombre que fue rápidamente adivinado por el joven.

Señor Ritsu Shito. — Dijo él en los brazos de éste hombre que lo miraba con una sonrisa de lado, creyéndose el triunfador. Keika se soltó cayendo de pie y lo miro con odio. Le pido por favor que se abstenga de tocar mi cuerpo con sus vulgares manos. —

Pero si te acabo de proteger de ese hombre insensato. Deberías agradecerme. — Le dijo con tono juguetón, a lo que el menor no respondió, se fue sin más, dejando solo al mayor.

Keika... Ya puedes irte si quieres. — Aviso con una sonrisa en sus labios un amigo de Keika que trabajaba en ese mismo asqueroso lugar. Pero él, a diferencia de los otros, era buena persona con You.

Después de unas horas...”

Aquella fría noche el joven de coleta, se aventuró a devolver un libro a la biblioteca.

El viento movía los árboles como el cabello atado de Yang, los grillos hacían ruidos escalofriantes, las plantas golpeaban las ventanas de unas casas y sentía como que lo observaban, pero no tenía miedo.

Pues no creía en esa leyenda de que sí viajabas solo por esos lugares "la bestia" vendría y te comería, le resultaba puras fanfarronadas de los hombres del bar en el que él desgraciadamente trabajaba.

– ¿Te arrepientes de lo que has hecho? –

El menor pudo oír esa profunda voz cerca de unos árboles, le pareció demasiado extraño que rondaran por allí...

Movió estos y se asomó para ver mejor... A lo que logró ver de cerca esta escena un poco extraña que ni en sus libros había visto o leído.

Estaba un tipo muy molesto parado frente a un anciano que parecía temerle por lo que estaba arrodillado y lloriqueando.

– ¿Acaso no piensas pagar por lo que ella hizo? –

– ¡¡Lo lamento mucho, Señor!! ¡No era la intención de mi hija arrancar las rosas! –

– ¿Piensas que con una disculpa me basta? –

Se pudo notar la indiferencia con la que trataba ese tipo al anciano que lloraba por el temor de que a su hija de no más de 4 años le fuese arrebatada.

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